6. ¿Y SI DESPUÉS ES NUNCA?

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<< Dime si un día caigo en otra playa tú vendrías a verme >>

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<< Dime si un día caigo en otra playa tú vendrías a verme >>

Rompeolas, Martin Urrutia

***

MARTIN

San Sebastián, Guipúzcoa, marzo de 2024

Nací un 30 de marzo de 1998 y volví a la vida un 30 de marzo de 2024.

Así de simple.

Podía sonar duro, cruel, escalofriante, pero era una realidad.

Aunque nadie te preparaba para verte en una situación semejante, con tan solo veintiséis años, ni siquiera en la academia lo hacían, sabías que era algo que venía dado con el sueldo. Al aceptar este trabajo, aceptabas la posibilidad de que la línea que separaba la vida de la muerte fuera demasiado fina.

A veces, incluso, hasta invisible.

Yo había pasado los últimos días de mi vida en la más absoluta inconsciencia, sumido en un sueño del que ni yo mismo sabía si iba a ser capaz de despertar.

Había estado a punto de dejar de sentir. Me había quedado a tan solo un suspiro de no volver a ver un atardecer en la playa, de no sentir la arena fría colándose entre los dedos de mis pies, de no poder contemplar los rayos de sol reflejándose en el mar y sentir esa calidez en mi piel.

Me había quedado a tan solo un suspiro de no volver a compartir un desayuno con mis hermanas, una tarde entre amigos por la parte vieja de Donostia, un simple paseo por la playa de Zurriola o la oportunidad de saber cómo acabará nuestra historia en esta ciudad.

Me había quedado a tan solo un suspiro de él.

No iba a permitir que el miedo volviera a colarse entre pensamientos y me dejara (una vez más) a las puertas de la felicidad.

Esa tan manida frase, que ya parecía un eslogan, como era la de "ahora o nunca" en la vida la había sentido tan real como la sentí en aquel momento. Ya no podía seguir buscando excusas para aplazar la realidad que dictaba mi corazón.

Me había enamorado de mi mejor amigo. Tal vez siempre lo estuve y el miedo a no ser correspondido me obligó a dejarlo pasar, pero ya no iba a volver a cometer ese error por si no había un mañana.

Era él.

Siempre lo fue.

Un buen día mi corazón lo decidió así, con apenas dieciséis años, y yo llevaba diez intentando hacerle creer que estaba loco. Ahora sabía que no estaba loco, ni equivocado simplemente era miedo a ser rechazado por alguien que hacía que me temblaran hasta las pestañas con tan solo mirarme, aunque fuera de refilón.

Ya no quería seguir posponiendo nada de lo que tuviera que ver con nosotros. Simplemente quería cogerle fuerte de las manos, posar mis ojos en los suyos y decirle de una vez lo que ya no podía callar. Quería leerle la carta que le había escrito. Esa que guardaba en el bolsillo de mi cazadora, antes de que acabara en un charco de sangre, y decirle que ya podía hablar de lo que sentía sin temor.

Jaque al rey | MAJOS // JUANTIN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora