9. VIVIR PARA CONTARLO

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<< He tardado en saberlo, pero sin ti, no puedo vivir

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<< He tardado en saberlo, pero sin ti, no puedo vivir. Esperé demasiado para hacer lo que tenía que hacer >>

Cada día, Michelle Jenner (BSO Los hombres de Paco)

***

MARTIN

San Sebastián, Guipúzcoa, abril 2024

El cielo encapotado de la capital guipuzcoana llevaba amenazando tormenta desde primera hora de la mañana, pero parecía que se estaba resistiendo a romper.

Y yo tenía unas ganas desmedidas de que cayera una tormenta que arrasara por fin con todo porque, a pesar de ser un chaval que se había criado en esta misma ciudad, la humedad y no ver la luz del sol durante un tiempo prolongado hacía que mi energía bajara a más velocidad que la batería de mi propio iPhone.

Me sentía con el ánimo tan plomizo como el día y mi cuerpo parecía que no tenía ninguna intención de despegarse del colchón. Todo lo contrario que Juanjo que al segundo tono de la alarma ya estaba en pie. Aunque creo que en su caso eran los nervios, por algo que no quería contarme, lo que le hacían activarse tan pronto y no dejarle dormir con tranquilidad. Yo, por el contrario, caía a loseta por culpa de las pastillas. Y, además, este tiempo de tormenta no me lo estaba poniendo nada fácil.

Tras varios intentos, después de que Juanjo se marchara a trabajar, acabé amaneciendo cerca del mediodía. Me levanté de la cama a regañadientes y prácticamente me arrastré hasta el baño con la legaña todavía pegada al ojo. Era de esos días en los que el mundo pesaba más de la cuenta.

Y por más ganas que tuviera de aprovechar cada minuto de mi vida, la cantidad de analgésicos, somníferos y de más fármacos que me habían recetado estaban comenzado a pasarme factura.

Llevaba unas cuantas noches que las pesadillas parecían haber cesado, pero no quería cantar victoria por si era un hecho aislado. Una simple tregua ilusoria que mi cabeza parecía querer darme producto de los tranquilizantes, que me veía en la obligación de tomar, manteniendo a raya a esos monstruos que volverían a colarse en mis sueños en cuanto me retiraran ese tratamiento.

Aunque, por el momento, no quería pensar en ello.

Todo parecía seguir su curso. Dentro de todo el caos que habían sido las últimas semanas, desde que volví a la vida, las cosas se iban ordenando progresivamente y haciendo que todo discurriera por el camino correcto. O así era como necesitaba verlo yo.

Pasadas las cinco de la tarde (quizás fueran ya las cinco y media o incluso las seis) conseguí mi propósito de sentarme en la terraza, con un café cargado y la libreta de Van Gogh que Juanjo me regaló la misma tarde que salí de mi primera sesión con la psicóloga.

Se había convertido en mi nuevo ritual porque también era el único que ahora mismo estaba a mi alcance. Aunque mi verdadera liberación llegaría el día que pudiera subirme de nuevo a mi Kawasaki y volviera a perderme por la carretera, que bordeaba la costa, hasta los parajes que cubrían los montes de Ulía. Allí donde el cielo y el mar se convertían en uno solo. Cuya única compañía era el rumor de las olas, el murmullo de los árboles y el crepitar de las hojas batidas por el aire procedente del propio mar.

Jaque al rey | MAJOS // JUANTIN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora