8. LAS HERIDAS QUE DEJÓ ESA MALDITA NOCHE EN EL PUERTO

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<< Y cuando todo acabe y pueda por fin hablar o callar

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<< Y cuando todo acabe y pueda por fin hablar o callar. Daré las gracias a ese buen zagal, sabiendo que no se rindió ni cuando la luz se apagó >>

Lo que no ves de mí, Juanjo Bona

***

JUANJO

San Sebastián, Guipúzcoa, abril de 2024

Había intentado posponer este momento más de lo debido. En estas semanas había sido incapaz de pasar de la puerta de la comisaría sin sentir que algo dentro de mí se volvía a romper. No había conseguido admitir que tenía miedo a enfrentarme a lo que pasó y eso implicaba no ser capaz de volver a mi lugar de trabajo o ver a mis compañeros.

Aún recordaba todas aquellas veces que me repitieron hasta la saciedad, en la academia de policía, que no fuera tan visceral, vehemente, impulsivo e intenso. Que no debía llevármelo todo a lo personal. Que para lo que me estaba preparando no me podía dejar arrastrar por aquellas emociones o acabaría llevándome una vida por delante.

Si echaba la vista atrás, deseaba con todas mis fuerzas no haber hecho ni puto caso a esos consejos. Simplemente hubiera deseado actuar sin pensar y llegar unos segundos antes para poder interponerme entre esas dos balas y él.

Una simple operación de vigilancia se acabó convirtiendo en una noche eterna. Y hoy en día todavía no llegaba a comprender cómo se pudo torcer todo tanto, pero algo pasó entre lo que se preparó en comisaría y el protocolo que se siguió en el puerto para que todo saltara por los aires.

Dejé escapar un fuerte resoplido, rascando mi nuca con cierto nerviosismo y me animé a mí mismo antes de entrar en aquel edificio.

"Va, Juanjo, que se te note la rasmia aragonesa y tira para dentro de una puta vez"; me chillé mentalmente e incluso me di una palmada en la espalda.

Me deshice de mis gafas de sol, para colgarlas del cuello de mi sudadera, saludé al agente en prácticas que se encontraba en el mostrador de la entrada y le mostré la placa. Después continué mi camino hacia las escaleras, intentando por todos los medios no cruzarme con nadie, bajé aquellos escalones con rapidez hasta llegar a la planta —1 y saqué mi iPhone de uno de los bolsillos de mis pantalones.

Lo desbloqueé, accedí a la aplicación de WhatsApp, entré en el chat que tenía empezado con Ruslana, mi compañera de fatigas (y de trabajo) y le dejé una nota de voz.

‹‹Rusli, acabo de llegar a comisaría. Ahora voy a ir al laboratorio para hablar con mi hermano que se ha puesto más pesado de lo habitual. Te espero allí, ¿vale?››

Pulsé el icono de enviar, guardé el móvil donde lo había encontrado y entré al laboratorio.

—Pero qué ven mis ojos ¡Estamos ante el regreso del hijo prodigo!— soltó mi hermano, en cuanto me vio aparecer, y se acercó a mí.

Jaque al rey | MAJOS // JUANTIN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora