Y no quedó ninguno

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Cualquiera pensaría que el príncipe Aegon Targaryen era propenso a ignorar toda palabra que saliera de la boca de su madre, sin embargo, la verdad distaba mucho de esa suposición. Toda su vida estaba dictada por lo que otros decían, por su parte era incapaz de tomar una decisión sin que su madre la aprobara, la muerte de su abuelo y el final de su breve reinado sirvió como un anticipo de que ahora Aegon podría ser de una manera libre, no seria rey, no habría mas responsabilidades y Rhaenyra estaba dispuesta a cumplir con su palabra, ella había prometido que no los dañaría y ni siquiera Daemon pudo ir contra esa orden, ni siquiera Jacaerys que lo odiaba podía ir contra la orden de la reina. O eso era lo que esperaba, lo que pensaba. Jamás espero que moriría en el piso de sus viejos aposentos con un hombre maloliente de aspecto desagradable cerniéndose contra su cuerpo y luchando para clavar la daga en su cuerpo, aquella daga que olía a Jacaerys, esa misma daga que el alfa sostuvo contra su cuerpo la primera vez que volvió a verlo después de su fallida coronación.

Morirá sabiendo que quien creía que era su alfa destinado ordeno que acabaran con su vida, morirá sabiendo que debió hacer mas caso a las palabras de su madre y no confiar en nadie del castillo. Morirá con el aroma de Jace embruteciendo sus sentidos siendo mas fuerte que el olor de la sangre que ya empezaba a correr entre sus dedos.

El alfa le advirtió sobre el destino que le esperaba cuando se reunieron por la tarde y fue tan crédulo como para pensar que solo eran palabras saliendo de la boca del joven alfa, tan solo esperaba que si esa basura de destinado fuera cierta que Jacaerys también estuviera sufriendo lo mismo que él, sintiendo como su sangre helaba como el dolor punzante se apoderaba de su cuerpo y sus nervios estaban a flor de piel cayendo tan rápido como lo hacia su piel ultrajada alrededor del cuchillo con el cual estaba peleando.

— Dijeron que sería fácil— dice el hombre entre gruñidos, aun sosteniendo la daga contra él, sus piernas empujan las suyas, pero Aegon se aferra, la vena terca en su cuerpo riéndose. No es débil y es lo que les demostrara a esos bastardos, a ese bastardo de Jacaerys, no va a morir sin dar pelea, no va a recostarse y a esperar que el sucio hombre acabe con su vida.

"Te mintieron" quiere responderle al nauseabundo sujeto, pero no puede hacerlo y solo un gruñido de regreso sale de su garganta, empieza a patalear con fuerza intentando deshacerse del agarre del hombre, nunca ha sido el mejor en el entrenamiento, pero Cole le enseño técnicas y planea implementar cada una de ellas.

— Termine de jugar, puta— brama el alfa con el rostro enrojecido por la ira, Aegon jamás olvidaría esa maldita cara — Te daría una muerte piadosa como me lo dijeron, una contemplación para quien fue nuestro rey por un día, pero me estoy cansando de esto.

La daga del hombre se tuerce en su mano y Aegon apenas puede repelerlo antes de que corte la piel de su brazo, empuja todo su cuerpo sobre él con las pocas fuerzas que le quedan, esta sudoroso, ensangrentado y jadeante, sus ojos empiezan a nublarse, pero no se detiene. No lo hará, no dejara de pelear, empuja nuevamente al hombre con toda la fuerza que puede reunir y logra desorientarlo lo suficiente como para desplazarse a un lado, su movimiento no es lo más rápido que esperaba y el hombre rápidamente esta sobre él, esta vez no hay lucha la daga baja sobre su pecho haciéndolo jadear con fuerza, un leve silbido surgiendo desde su pecho y desembocando en su garganta.

Puede ver la escena como si fuera ajena a ella, demasiado aturdido por la daga que esta sobre su pecho, cada una de las respiraciones que da es dolorosa y algo esta picando en su garganta, se pregunta si es sangre fluyendo para encontrar la salida fuera de su cuerpo, su mano temblorosa va hacia la daga, pero sabe que no debe sacarla, tampoco es que tenga la fuerza de hacerlo. Es solo que duele tanto que se ve tentado a hacerlo para intentar aliviar un poco el dolor. — Dijeron que eras solo un débil borracho— dice el hombre, se ha puesto de pie y está mirándolo desde arriba, se suena la nariz en la manga de su camisa sucia y lleva una sonrisa sobre sus labios. — Lo concedo fue más difícil de lo que imagine, príncipe.

Omega Meum (lucemond, jacaegon, daeffrey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora