|Capítulo 7|

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No podía dejar que Emma me pusiera nervioso

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No podía dejar que Emma me pusiera nervioso. Si no lograba arreglar su auto iba a sentirme patético después de haber comprado el repuesto e investigado tanto sobre cómo hacer el trabajo. Mi justificación del tiempo perdido es que realmente no tenía nada mejor que hacer con todo el tiempo libre que ahora tenía: había terminado la temporada de hockey, mi inscripción a la facultad estaba más que terminada y solo quedaba disfrutar de el último verano antes de dar el paso que me llevaría a la ciudad por semestres.

Cuando me asomé sobre el motor del auto de Emma, volví a repasar los pasos que debía seguir. Mentalmente le puse play al video tutorial que me había aprendido de memoria.

Saqué las herramientas que me había traído junto con el repuesto y me puse manos a la obra.

—¿Sabes cuánto tardará el arreglo? —me preguntó apoyándose de costado al auto, de manera que tenía una vista directa a mi cara.

—Hoy mismo deberías poder arrancarlo —dije y aflojé un metal con la llave inglesa.

—Gracias a Dios, no puedo esperar.

—¿Fue dura la semana sin auto? —pregunté perplejo—. Creería que se puede llegar a cualquier lugar a pie en Rusbell.

—Lo intenté, pero se ve que no puedo dar dos pasos sin que todo peatón me mire... ¿no están acostumbrados a los turistas?

Me reí y saqué la autoparte que estaba averiada.

—Capaz se esparció la información de que andas por ahí chocando los autos de los hijos de quienes fueron alcaldes por los últimos veinte años.

—Fue una vez —gruñó y revoleó los ojos.

Aunque intentaba parecer molesta, podía ver sus labios torciéndose apenas hacia arriba con la diversión del diablo. Cualquier otra persona sentiría culpa y me estaría rogando perdón, pero no Emma. Me gustaba su actitud de "sí, te choqué el auto, ¿y qué?" aunque no debería.

—A veces basta matar una única persona para convertirte en asesino —la molesté.

—Cuánto dramatismo. Si vieran la cantidad de multas que tengo sin pagar, me prohibirían la entrada al pueblo.

Cuando levanté el repuesto para colocarlo en posición y luego asegurarlo, de repente me perdí. Volví a repasar el paso que venía, pero había algo raro, fuera de lugar. Parecía que quedaba chico en su lugar, como si estuviera hecho para un auto más pequeño.

—Imposible —susurré, la ansiedad subiéndome por la garganta.

Me sentía tan estúpido.

No podía ser que había comprado el repuesto incorrecto, había ido a chequear especialmente qué modelo de auto tenía para no equivocarme de esa manera. No podía haber cometido un error tan tonto. Y también me sentía estúpido por lo nervioso que estaba, por cuánto me importaba.

Sobre el cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora