|Capítulo 2|

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A veces no sabía por qué hacía lo que hacía

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A veces no sabía por qué hacía lo que hacía. Siempre me tomaba el tiempo de pensar mis decisiones, analizar opciones y encontrarles razones válidas a mis acciones. Y, a pesar de todo, en el fondo no sabía qué es lo que estaba haciendo la mayor parte de las veces.

¿Por qué estoy yendo a controlar a Jake?

Porque lo quiero y no puedo dejar que siga arruinándose a sí mismo. Porque me importa Devon y sé que a él le importa el negocio. Porque es mi grupo y si yo no soy la voz de la razón no lo es nadie.

En realidad, sí sabía por qué hacía lo que hacía: porque creía que era lo correcto. Solo que había veces en las que hubiera preferido hacer lo incorrecto una y otra vez.

Al bajar las escaleras hacia el sótano, el humo y los graves de la música me recibieron. Evalué la sala con una rápida mirada: los gemelos estaban en la barra, Thomas en el póker, y el blackjack no había abierto porque yo no estaba. Solo abría si yo era la casa.

Nunca poníamos a cargo de nada a nadie que no fuera del equipo. Mucha gente asumía que los jugadores de hockey éramos medio idiotas —y capaz con algo de razón—, pero no confiábamos en otros, y cuando hacíamos las cosas en equipo se nos daban bien.

Lo preocupante era que no veía señales de Jake, quien debía estar controlando todo.

Me froté la cara con frustración. Detestaba la irresponsabilidad en general, pero más cuando sucedía bajo mi cuidado, cuando yo era el que debía responder por la irresponsabilidad de otras personas. Con Devon y Jake sucedía seguido.

—¿Por qué la cara larga? —una voz dulce vino del escalón de abajo.

Miré a la emisora: Luce.

—¿Se puede saber dónde está tu novio?

Se rio.

—Jake no es más mi novio —cantó.

Me di cuenta de que estaba demasiado borracha como para estar de pie. O drogada.

—¿Desde cuándo?

—Un minuto.

Dios. No podía lidiar más con la relación de Jake y Luce.

Pero sabía algo, si habían cortado hacía un minuto, significaba que Jake estaría ahogándose en lo primero que encontrase: alcohol, una chica, juego, lo que sea. Luce siguió subiendo la escalera y yo hice el esfuerzo por ubicar una cabellera rubia entre todos los cuerpos. La oscuridad general y luces de colores repentinas no ayudaban, el humo engrosaba el aire de modo que se sentía como si hubiera menos oxígeno.

Había peleado con Devon con respecto a la ventilación del sótano. Claro, cumplía la reglamentación municipal, pero no estaba pensado para que ochenta personas estuvieran allí fumando. Y, aunque era verdad que las discotecas estaban aún menos ventiladas, yo quería más circulación de aire.

Sobre el cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora