|Capítulo 10|

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Era el último lugar en el que quería estar

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Era el último lugar en el que quería estar. No estaba con el ánimo para la fiesta de Jake luego de todo un día cumpliendo mi papel de hijo. Solo la idea de que Emma estaba abajo me picaba la piel para salir de la cama del rubio, pero no lo suficiente.

Realmente estaba agotado de todo. Agradecía la idea de que faltaba poco para el viaje que propuso Emma porque no aguantaba un solo día más en Rusbell. Durante mi último año de colegio fue tolerable porque tenía algo que hacer, pero en el verano me chocaba de frente con todo lo que quería hacer y no podía.

La idea de Emma, con sus tops tejidos y polleras, dando vueltas por la casa de Jake, probablemente borracha, hablando con cualquiera, siendo con ellos igual de simpática que conmigo... me hervía la sangre de una manera que nunca había conocido.

Devon había mandado una foto al grupo que tenía con Jake y conmigo. En ella aparecía Emma debajo del brazo de Trevor y eso casi, casi, me hizo ir abajo.

Luego mando un video jugando al pool. Era el turno de Emma y metió dos bolas rayadas una seguida de otra. Cuando finalmente erraba y perdía su turno, Devon se acercaba con la cámara riéndose en le micrófono y le ponía el flash en la cara, iluminando el millón de pecas superpuestas que tenía. Cuando ella pegaba el manotazo para alejarlo se cortaba el video.

Decidí que había sido suficiente. Si seguía viendo no iba a poder controlar el ansia de bajar. Tiré el celular boca abajo en la otra esquina de la cama de Jake y me tapé los ojos con el brazo.

Quería dejar de pensar.

En sus pecas, en lo mucho que quería pasar el dedo por cada una, en hasta dónde llegarían —en si las de sus brazos y hombros se extendían hasta su pecho—, en lo pequeña que se había sentido su cintura bajo mis manos, en lo suave que era su piel, en lo divertida que era, en lo fácil que me hacía sonreír como nadie podía.

Quería dejar de pensar y hacía ya quince minutos de eso.

Como si mis pensamientos la hubieran llamado, escuché su voz.

—Sé que estás aquí. Te prometo que, si bajas, te dejaré ganar en el pool, no te voy a hacer pasar vergüenza.

Fue automático. La sonrisa se formó antes de que pudiera detenerla.

Me quedé quieto solo por curiosidad, ¿abriría las puertas buscándome o solo intentaría hacer que saliera?

Sonaba a que estaba muy pasada de copas.

Al menos alguien la está pasando bien.

Escuché los portazos, sus pasos resonando en el pasillo.

—No quedan muchas opciones —escuché su voz otra vez apaciguada por la puerta—. Te sugeriría que salgas de donde estás.

Y luego, en vista de lo inminente, el hecho de que Emma estaba a punto de entrar a la habitación y verme así trajo consigo a la ansiedad. No quería que me viera de malhumor y decaído, y tan solo la idea de que podía pasarle todo mi estado de ánimo a ella me ponía de peor humor. No quería ser ese tipo de persona.

Sobre el cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora