capitulo 27

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Transcurrieron incontables minutos, innumerables horas, interminables días. A pesar del tiempo transcurrido desde su regreso al santuario, Camus aún no podía superar lo que significaba su más grande pérdida. En las noches de insomnio, la pregunta aterradora resonaba en su mente: ¿dónde yacería el cuerpo de Isaac? Tal vez se descomponía bajo el mar, o quizás algún pez lo había devorado. No tenía certezas y prefería no saber. A veces, en sueños, veía a Isaac y a Hyoga jugando juntos en un lugar donde la paz era soberana y él se sentía completo, anhelando quedarse allí eternamente. Pero al despertar, la realidad lo golpeaba con la crudeza de sus lágrimas.

Antes, se le había ofrecido una esperanza a la que se aferró con desesperación, solo para descubrir más tarde que esa esperanza era una verdad efímera. Ahora, se encontraba solo, sin nadie que le ofreciera una mentira consoladora sobre la vida de su hijo. El duelo era tan profundo que, en ocasiones, necesitaba la presencia de alguien a su lado para encontrar la calma; y en esos momentos, siempre buscaba a Milo para que lo acompañara.

Sin embargo, por más que este la persona que más amaba a su lado, no conseguía que su ser equilibrará sus emociones. A menudo sentía miradas raras de parte de los guardias o aveces de sus propios compañeros, no le gustaba para nada por lo que apesar de que no pudiera hacer desaparecer por completo sus emociones, las oculto detrás de una máscara que no reflejaba emociones. Milo se dio cuenta de esto más no se atrevió a decir algo ya que consideró que eso era su forma de afrontar la situación pacíficamente. Y si, no estaba errado, mientras que los días pasaba cada vez parecía que Camus tiraba sus emociones al tacho como si fuesen nada. Ya no lo veía sonreír tan a menudo, ya no recibía mucho contacto físico como un simple abrazo, ya no le decía cosas lindas como un "te amo". Ya no hacía cosas que antes solía hacer, además parecía como si su relación ya no le quedará mucho tiempo de vida, pero siempre trataba de apaciguar la situación tratando de hacer que su copo de nieve sonriera de vez en cuando. A Milo no le importaba quedar como un tonto frente a Camus o frente a los demás si eso significaba que el francés sonriera almenos una vez al día.

Aún así las cosas no mejoraban, Milo ya no sabía que hacer y no quería terminar con Camus, era lo último que quería. Pero las opciones eran reducidas; le ofrecía salir a pasear pero Camus no quería. Le ofrecía quedarse en su templo acompañándolo pero Camus quería su espacio. Quería abrirse con el sentimentalmente pero Camus salía con "claro que te quiero muchísimo, pero no necesito estarlo repitiendo todo el tiempo"

Se sentía fatal, pero lo intento todo y aún así no lograba nada, así que eventualmente dejo de intentarlo. Comenzó a dejarlo solo como Camus quería, también dejo de hablarle por qué sabía que el francés no lo necesitaba; dejó de ir a su templo a hacerle compañía por qué al francés le molestaba. Y en los entrenamientos solo se resignaba a mirarlo desde lejos, no entendía que le pasaba. Si bien el francés siempre había sido un tanto distante por naturaleza, jamás lo había sido tanto y mucho menos con el.

Generalmente siempre aprovechaba para almenos saludar a Camus en los entrenamientos. En cuanto lo vió llegar al coliseo se apresuró a saludarlo, extraña y a la vez satisfactoriamente recibió un saludo de parte del francés acompañado de una sonrisa sincera.

Camus: ¿Quieres entrenar conmigo hoy Milo?

Algo que no esperaba el escorpión era que Camus lo invitará a entrenar, pues desde que Camus volvió al santuario siempre peleaba solo. Sin dudar un segundo acepto la petición para luego de posicionarse en la arena, dar comienzo al entrenamiento.
Milo asintió con entusiasmo, sus ojos brillaban con la anticipación del desafío. Se colocó frente a Camus, adoptando una postura defensiva mientras el aire alrededor de ellos comenzaba a vibrar.

Con una sonrisa cómplice, ambos elevaron su cosmos al máximo, el suelo temblaba bajo sus pies. Milo fue el primero en atacar, lanzando una serie de golpes rápidos que Camus esquivó con gracia. El francés contraatacó con una ráfaga de hielo que Milo apenas logró evitar.

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⏰ Última actualización: Oct 12 ⏰

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