𝟏𝟑| 𝙴𝚟𝚎𝚛𝚕𝚘𝚗𝚐

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Me sujetaba de la mano y yo aún no podía creérmelo, no sabía cómo había pasado, tampoco sabía si esto era real, y no pensaba si podía romperme, a decir verdad, ni siquiera me importaba ahora

—¿Vamos a casa?—Preguntó Gustav—Seguro que tus amigos nos pasarán los temas luego ¿No?—

—Si... Gus...Gustav—Tartamudeo—¿Qué significa esto?—

—¿El que?—
—¿Para ti qué es esto?¿Que soy para ti?—

—No puedo ocultarlo, tampoco quería verlo, pero realmente me gustas Jane—Dijo mirándola a los ojos—Seguramente crees que estoy jugando pero no es así, quiero hacerlo diferente está vez—

Ella sonrió, los latidos de su corazón no dejaban de hacer fiesta y brincar de emoción, podía sentir la sangre enfriarse de tanta alegría, la piel ponerse de punta frente aquellos ojos de avellana y ese rostro angelical. Ambos llegaban a casa, pero ninguno se atrevía a entrar a la suya

—¿Entras?—Preguntó Gustav

Jane asintió apenada, el rubio saludo para obtener respuesta de su madre, pero no hubo nada, ni siquiera un maullido de Karamela que pudiera delatarla

—Seguro que salió a hacer las compras—Añadió Gustav

Ella seguía en silencio, las palabras aún no podían salir de su boca, tomó asiento esperando ansiosamente algún plan o algún tema de conversación que detuviera el tiempo

—¿Está bien eso?—Pregunto Jane—Esta bien que todo mundo nos haya visto salir tomados de la ¿Mano?—

—No le veo lo malo—Contestó
—¿Qué hay de Micaela?—
—Micaela es pasado—

Ella se levantó, aún con miedo de ser rechazada, se puso frente a Gustav teniendo pocos centímetros de distancia, ella cerró los ojos al sentir su aroma y su respiración, apretaba los labios nerviosa mientras que Gustav se mantenía firme, observando cada detalle de su rostro

El corazón le latía con intensidad, dejando más evidencias de que gustaba de Jane, un poco atemorizado de que pudiera dañarse una vez más. Su alma era tan valiente que estaba dispuesto a enfrentar cualquier cosa por ella. Decidido a romper ese orgullo de cadenas, levantó su mano, con los roces de sus dedos tocó el hombro de Jane, hasta deslizarse con suavidad por todo su brazo y sujetar su mano con fuerza

—Tienes en tus manos el poder para destruirme—Susurro Gustav rozando los labios de Jane—Esta vez no voy a huir—

El miedo de amar siempre está presente cuando te han destruido una vez, te conviertes en un prisionero y no deseas saber qué hay del otro lado de las rejas, limitando al corazón a no sentir lo que siente, limitando las emociones para no sentir más y deshacerse de aquel amargo emoción. Pero a veces es imposible ocultarlo. La idea de Gustav no era enamorarse, pero verla todos los días con cada segundo, minuto y hora que pasaban en el reloj, él se enamoraba más de ella, y aunque sabía que podía salir herido no podía evitar mirarla.

Sus labios se unieron, mientras que sus pieles se erizaban al sentir lo que el otro sentía, las manos de Gustav la sujetaron de la cintura, con fuerza para pegarla más a él, como si quisieran ser uno a la vez

—He...—La voz de la señora Schafer se dejó oír por las barreras de la escalera

Ambos enamorados tomaron distancia al ser interrumpidos, Jane con las mejillas rojas y Gustav con el rostro serio

𝗠𝘆 𝗡𝗲𝘄 𝗡𝗲𝗶𝗴𝗵𝗯𝗼𝗿; Gustav SchaeferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora