𝟏𝟗| 𝙱𝚊𝚛𝚛𝚎𝚛𝚊𝚜 𝙸𝚗𝚟𝚒𝚜𝚒𝚋𝚕𝚎𝚜

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Jane entregó su solicitud de cambio de horario, sus ojos nunca dejaron el papel mientras murmuraba excusas sobre conflictos de horario y requisitos académicos. Sintió un alivio inmediato al no ver el nombre de Gustav en ninguna de sus clases. Pero ese alivio se convirtió rápidamente en una soledad punzante, una ausencia que resonaba con cada paz

Jane vio a Gustav al final del pasillo, su figura se destacaba contra las taquillas como un faro de recuerdos. Por un momento, su paso se ralentizó, y una tormenta de palabras se agolpan en su garganta, cada una luchando por ser escuchada. Quería llamarlo, explicar, entender, pero algo dentro de ella se rehusaba a romper el silencio que se había formado entre ellos. Con un suspiro apenas audible, Jane pasó junto a Gustav su hombro rozando el de él en un contacto fugaz que gritaba más que cualquier palabra. Gustav se tensó, su respiración se detuvo por un segundo que pareció una eternidad, y luego continuó su camino sin mirar atrás. Pero enseguida se detuvo en seco, un impulso repentino lo empujó a mirar atrás, esperando contra toda esperanza que Jane sintiera lo mismo. Pero el pasillo estaba vacío, como si Jane nunca hubiera estado allí, como si su presencia fuera solo un fantasma en su mente. La realidad de su ausencia golpeó a Gustav con la fuerza de un golpe directo al corazón. Se quedó allí, parado en silencio, el ruido de la escuela a su alrededor se desvaneció en un murmullo distante. La soledad lo envolvió como una manta fría, y por un momento, permitió que la tristeza lo inundara. Luego, con un suspiro que llevaba el peso de la resignación, Gustav se dio la vuelta y continuó su camino

Cuando Gustav entró al salón, Bill y Tom intercambiaron una mirada cargada de significado antes de inclinarse el uno hacia el otro, susurrando con una intensidad que solo los hermanos pueden compartir. Observaban a Gustav con una mezcla de curiosidad, notando la sombra de melancolía que oscurecía su habitual compostura

—No lo creo nada, se hace el mustio—Susurro Tom
—No creo—

La idea de que Gustav pudiera estar fingiendo su tristeza le parecía improbable, casi ofensiva

Gustav se sentó en su silla, su mirada perdida en la puerta del salón. Los minutos pasaban y con cada uno, la esperanza de ver a Jane cruzar el umbral se desvanecía un poco más. Era extraño, pensó, cómo la ausencia de alguien podía llenar un espacio más completamente que su presencia

Con un suspiro apenas audible, Gustav sacó su móvil del bolsillo, la pantalla iluminando su rostro con una luz azulada. Sus dedos se deslizaron sobre la pantalla, encontrando el nombre de Jane en su lista de contactos. Por un momento, la tentación de enviarle un mensaje fue abrumadora, una necesidad de romper el silencio que se había convertido en un muro entre ellos
Gustav cerró los ojos y respiró hondo, su pulgar se detuvo sobre el botón de enviar. Finalmente, con una mezcla de frustración y resignación, bloqueó el móvil y lo guardó de nuevo en su bolsillo. No era el momento, se dijo a sí mismo, o tal vez nunca lo sería

La clase continuó a su alrededor, pero Gustav se sentía más desconectado que nunca, atrapado en sus pensamientos. Cuando la clase finalmente terminó, Gustav se levantó con determinación y se dirigió hacia donde Bill y Tom estaban recogiendo sus cosas

—¿Alguno de ustedes sabe por qué Jane se saltó la clase hoy?— preguntó, tratando de mantener su voz casual, pero la urgencia en sus ojos traicionaba su preocupación real

Bill y Tom intercambiaron una mirada rápida antes de responder

—¿No te lo dijo?—replicó Tom, su voz llena de una sorpresa fingida que no lograba ocultar la verdad subyacente.

𝗠𝘆 𝗡𝗲𝘄 𝗡𝗲𝗶𝗴𝗵𝗯𝗼𝗿; Gustav SchaeferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora