I Cuanto más rojo sea el tinte de su mirada...

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—El príncipe Velkan vendrá aquí a pasar una temporada

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—El príncipe Velkan vendrá aquí a pasar una temporada. Las palabras de Mirela —la encargada de todo el personal del castillo— anuncian con aire tenso, pero ceremonioso.

Los cuchicheos entre todos los empleados del servicio no se hacen esperar. De manera involuntaria, el corazón me da un tropiezo, pero me las arreglo para mantener el gesto inexpresivo mientras que escucho el pánico creciente entre todos los que trabajamos aquí. Ese que yo misma siento invadirme el cuerpo a una velocidad alarmante.

No es un secreto para nadie que el príncipe Velkan tiene fama de ser el peor de todos los hijos de rey Narcís. Que, no conforme con ser una criatura nacida para aterrorizar a los que seres humanos y alimentarse de sangre y carne humana, se regocija con el sufrimiento de aquellas pobres almas en desgracia que caen en sus manos.

El príncipe Velkan Muresan de Valaquia es un vampiro —al igual que toda su familia—. Un depredador por naturaleza. Un asesino. Y, no conforme con ello, se cuenta por todo el reino —incluso aquí, en una de las propiedades del rey que se encuentran más alejadas de la capital— que es cruel, despiadado e inhumano.

Contrario al resto de sus hermanos, Velkan se ha forjado una reputación aterradora. Una que te hace querer no cruzarte en su camino.

—Estará aquí dentro de Tres días. Como saben, el servicio postal en este pueblo es bastante decadente, así que hemos recibido la misiva apenas el día de hoy. —Mirela continúa, haciendo caso omiso del murmullo generalizado que se ha desatado; sin embargo, la sensación enfermiza que me embarga es cada vez más poderosa.

Tres días. En tres días, ese monstruo pisará las tierras de este castillo y todos —sin excepción alguna— estaremos a su servicio.

«A su merced...».

Trago duro para deshacerme del sabor amargo que se ha adueñado de mi boca.

—Habrá que preparar los aposentos reales para él. —Cuando dice esto, mira a mi madre, a Daria y a mí. Nosotras tres nos hacemos cargo de mantener las habitaciones aseadas—. También, habrá que ir al pueblo a hacer las compras pertinentes para que la estancia del príncipe en este lugar sea placentera. —Esta vez, dirige su atención hacia Bogdan, el cochero y mensajero del castillo; y, luego, posa su atención en Anton, Alina y Sanda: los encargados de la cocina—. Será necesario preparar una cena digna del Príncipe de Valaquia, así que lo dejo en sus manos, Anton. —Se dirige al hombre de cabellos rojos y aspecto aterrado, porque es él el cocinero principal del castillo—. Te proporcionaré la lista que uno de los consejeros del rey nos ha hecho llegar con todas las preferencias del príncipe. Si algo de aquella lista no está aquí, en el castillo, Bogdan se encargará de traerlo. No escatimes en nada, por favor. —Anton asiente con dureza, pero pareciera como si pudiera desfallecer en cualquier momento. Mirela, pese a eso, no parece inmutarse cuando continúa—: Hay que limpiar del castillo a conciencia. No puede haber un solo rincón que no luzca digno de la realeza. Hay que podar todos los jardines reales, lavar todas las sábanas, la loza fina y colocar las cortinas oscuras en todos los ventanales del castillo. Tenemos que hacer que el príncipe hable maravillas de su estadía con nosotros cuando regrese a la capital.

Sangre y niebla ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora