VI ¿Me tienes miedo, Lyena?

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Siento la mirada de todo el mundo fija en mí, pero yo no puedo apartar la vista del vampiro de aspecto angelical que me observa desde los lomos del caballo más imponente que he visto en mi vida

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Siento la mirada de todo el mundo fija en mí, pero yo no puedo apartar la vista del vampiro de aspecto angelical que me observa desde los lomos del caballo más imponente que he visto en mi vida.

Lleva una sonrisa fácil pintada en el rostro y el corazón me da un vuelco furioso cuando un brillo peligroso se apodera de su mirada.

Trago duro, para deshacerme de la sensación de sequedad que tengo en la boca, y aprieto los puños para, con toda la calma que puedo imprimir, decir:

—Por muy halagadora que sea su propuesta, Su Alteza Real, me temo que voy a declinar.

Como si lo hubiese retado, se yergue sobre su figura y, esta vez, la galantería ha terminado. Ahora me observa como si no fuese otra cosa más que un trozo de carne para él y dice:

—¿Y si te lo ordeno?

Mi pulso parece detenerse un nanosegundo para volver a acelerarse a toda marcha.

Nicoleta —quién aún me sostiene por el antebrazo— me aprieta con fuerza sin apartar los ojos del príncipe. Con todo y eso, me obligo a bajar la mirada ligeramente, en señal de un respeto que no siento.

—Me temo que podría costarme mi puesto en este lugar, Su Alteza —replico.

La forma en la que sus ojos se oscurecen, envía un escalofrío por toda mi espina.

—¿Y quién osaría a despedirte si yo te ordeno que te montes al caballo conmigo? —Habla fuerte para ser escuchado por todo el personal de servicio que está cerca y, de manera retadora, mira alrededor—. Quiero verlos intentarlo.

Me aclaro la garganta.

—De cualquier modo, tampoco creo que Sombra deje que lo monte —respondo—. Por si no se lo contaron, es un animal voluntarioso.

—Sombra y yo tenemos un acuerdo —Velkan me regala una sonrisa arrebatadora—. Estoy seguro de que aceptará que lo montes si voy contigo.

Lo miro fijo durante un largo momento antes de, de reojo, mirar alrededor. La atención de todo el mundo está puesto en nuestra interacción y siento que el corazón me va a estallar en cualquier momento.

—¿Es una orden? —inquiero y él entorna los ojos con diversión.

—Por supuesto que lo es, Lyena —dice y, entonces, extiende una mano en mi dirección.

Quiero negarme. Quiero hacerle caso a la voz dentro de mi cabeza que no deja de gritarme que tengo que correr lejos de esta criatura, pero no puedo moverme. No puedo respirar. No puedo hacer otra cosa más que mirar la mano extendida del vampiro —que luce apenas como un joven unos años más grande que yo— y sentir que el alma se me va a salir del cuerpo si la toco. Que voy a firmar una especie de sentencia de muerte si me atrevo a tomarla.

—¿Me tienes miedo, Lyena? —La voz de Velkan me llena los oídos y un escalofrío me recorre entera cuando nuestros ojos se encuentran a medio camino.

Sangre y niebla ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora