XII Soy tu peor pesadilla. El motivo por el cual no duermes por las noches

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El dolor que siento en el estómago es lo único que me distrae de la angustia apabullante que me embarga

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El dolor que siento en el estómago es lo único que me distrae de la angustia apabullante que me embarga. Eso, aunado al temblor incontrolable de mis manos, es lo único que me hace consciente de mí misma y me saca de la espiral negativa en la que me he sumergido desde hace —sabrá Dios cuántas— horas.

No puedo recordar mucho de lo que pasó luego de que ataqué a Lord Fane. Sé que, pese a los esfuerzos de Emmeran de mantenerme a salvo, el escándalo invadió el castillo y fue imposible para él hacerlo. Recuerdo haber sido inmovilizada con violencia por uno de los guardias personales del consejero y de haber sido escoltada sin un ápice de amabilidad hasta una de las torres del ala norte del castillo. Esa que, según me decían cuando era una niña, se utilizaba para mantener bajo custodia a todo espía o delincuente que pisaba la propiedad.

Puedo evocar el recuerdo de Lord Vasile, el consejero restante, viniendo a cuestionarme —y a amenazarme—. Casi puedo evocar palabra a palabra lo que me dijo. La forma en la que me acusó de ser una espía. De haber comprado el collar de plata en el mercado negro para asesinar al príncipe Velkan y de haber atentado contra la vida de nada más y nada menos que un Barón de Valaquia.

Sé que lo negué todo. Que fingí demencia y juré, en un momento de desesperación, que el collar no era de plata y que, si lo era, ni siquiera lo sabía. Que mi intención había sido clavarle el crucifijo en la mejilla para escapar; solo para ser cortada de tajo por un Lord Vasile furibundo, diciéndome que, incluso si el collar no era de aquel material prohibido y solo fuese una pieza envenenada, había atacado a un noble y solo eso era motivo para mandarme a la horca.

Lo último que lo escuché decirme fue que debería de sentirme halagada. Agradecida por haber sido tocada por un barón en mi condición de sirvienta. Que debí de haber aceptado las atenciones de Lord Fane y cooperado con lo que fuese a hacerme.

Casi me vomito encima cuando lo escuché decir aquello y, a partir de ese momento, guardé silencio. No dije nada más. Solo me quedé ahí, escuchándole decirme que él mismo iba a encargarse de que recibiera un castigo ejemplar y que le rogara al cielo que Lord Fane no pereciera, porque si no, mi muerte no sería una rápida; sino una lenta, tortuosa y dolorosa.

Luego, se marchó y me dejó aquí, llorosa, temblorosa y aterrorizada.

Nadie más ha pisado este lugar desde entonces y no sé qué diablos está sucediendo allá afuera. No sé si lograron llevar a tiempo a Lord Fane al pueblo. Tampoco sé qué tan graves fueron las heridas que le infringí. Mucho menos sé si mi madre ha sido interrogada respecto a la plata o si la tienen bajo custodia como a mí.

Lo único que sé es que, aquí afuera, apostado en la puerta, se encuentra uno de los guardias personales del noble al que ataqué; cuidando que no me escape. Esperando la orden expresa de acabar conmigo...

No sé qué hora es. Solo sé que la noche ha caído desde hace un largo rato.

Pese a que la torre está oscura casi en su totalidad, hay una pequeña ventana alta, por donde se colaba la luz del sol hasta hace un par de horas. Ahora mismo, la estancia diminuta está sumida en una penumbra aterradora.

Sangre y niebla ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora