CAPÍTULO 4: En sus manos

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Angy se esmeró en hacer una aparición digna de su presencia, tardó más de una hora en bajar, usando un vestido blanco y llamativo, sobre su cabello rubio lucía un glamuroso sombrero decorado con algunas plumas, los guantes de las manos eran de enc...

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Angy se esmeró en hacer una aparición digna de su presencia, tardó más de una hora en bajar, usando un vestido blanco y llamativo, sobre su cabello rubio lucía un glamuroso sombrero decorado con algunas plumas, los guantes de las manos eran de encaje con una ligera transparencia que le permitía lucir las perlas que portaba como anillo y pulsera.

Todo en ella era seductor, incluso su temperamento.

—Lamento la tardanza, tenía que verme hermosa para la ocasión —mencionó con una gran sonrisa teñida de rojo carmín al tiempo que me guiñaba un ojo.

Extendió el brazo a fin de que yo lo tomara como saludo, no sabía cómo hacerlo, pero ahí estaba imitando a los caballeros de las películas.

—Angy, tenemos que hablar —comenté con toda mi atención puesta sobre ella.

—¿Quién es Samanta? —me preguntó con el Chanel en sus manos.

Esa tarde el restaurante seguía casi vacío, unos cuantos huéspedes almorzaban en el lugar.

—Es el bolso de una amiga —resolví de esa manera, ya que no quería contarle la patética historia del tipo que no podía amar. Era estúpido incluso para el protagonista.

—Todo lo que tienes aquí es extraño... —expresó con el bolso en la mano.

—Ella es... inventora. —Una mentira tras otra y yo me transformaba en un perdedor—. No debiste espiar sus cosas.

—¿Por qué? ¿Es tu novia? Supongo que... ¿Te gusta? —interrogó con una de las identificaciones de Sam.

Le arrebaté tanto la credencial como la bolsa, aun cuando compartíamos alma, estaba seguro de que no era tan insoportable como ella.

—Es algo más que eso, ya te lo dije, es mi amiga —expliqué con un tono de nula paciencia.

—Tengo que decir que, aunque te conocí anoche, me caes bien. Eres como yo, pero más fastidioso —expresó la rubia, adelantándose hasta el ingreso del restaurante, donde logró divisar tanto a Diana como a Mike, sentados en la última mesa. Ella detuvo sus pasos e hizo una mueca de repulsión.

—¿De verdad, Angy? ¿Soy fastidioso? ¿Por qué no encuentras el verdadero amor para que yo pueda irme de aquí? —Estaba harto de esto, no noté cuanto lo detestaba hasta que me vi en esa situación.

—¿El verdadero amor? —cuestionó regresando su atención hacia mí—. Eso lo tengo claro desde hace tiempo y no es ningún hombre.

—¿De qué demonios hablas? —Entender a esa mujer requería de un tipo de inteligencia que yo no poseía.

—Cantar, la atención de mi público, yo misma brillando en cada espectáculo —emitió al tiempo que posicionaba sus ojos en el escenario, del otro lado del restaurante—. Eso es lo que más amo en la vida y si me hubiera casado con Mike, no hubiera vuelto a ser feliz.

Mi manera de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora