Capítulo 7: Verdades ocultas

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El tiempo transcurrió en apenas un parpadeo

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El tiempo transcurrió en apenas un parpadeo. Nunca consideré permanecer en esta época más de dos o tres días; sin embargo, aquí continuaba. Pasó una semana y yo seguía sin tener la menor idea de cuál era el verdadero problema sentimental de David.

Su esposa era toda una dama, siempre atenta y servicial a su marido, altruista, educada y amorosa con su familia. Digna de su apellido.

El amor que le profesaba David a su mujer era innegable, no hacía, sino presumirla ante la sociedad, llenándola de obsequios y halagos.

Algo tenía que estar mal con Mary, pero ¿qué podía ser?

Por otra parte, la noticia de mi compromiso con Harper corrió tan rápido que gran parte de la aristocracia ya lo sabía. Esa pudo ser la razón exacta de por qué ella dejó de recibir flores, con seguridad, su viejo romance estaba acabado. Aun así, permanecía alerta.

Una tarde, como cualquier otra, salí a pasear por la plaza, como ya era mi costumbre, vería a los Donovan para la cena, por lo que el resto del día se me iría indagando en la vida personal de David.

Mi atención se posicionó sobre el joven de la florería que encontré caminando por los jardines, lo vi agacharse para socorrer una planta que parecía lastimada. Fue entonces donde comprendí que mi voluntariosa mente me había jugado sucio, yo buscaba a un pobre diablo enamorado de mi prometida, sin saber que pudo haber sido el mismo florista el que las estuviera enviando.

Claro estaba que alguien miembro de la pobreza no tendría la manera de pagarlas, pero sí, si este era el vendedor.

Entre tropezones y empujones, logré abrirme paso atravesando la multitud que le aplaudía a un supuesto mago. Quería llegar a contemplar el rostro de aquel que se creía merecedor del cariño de Harper, por esa ocasión casi podía decirme celoso.

No sabía con exactitud lo que pasaba dentro de mí, pero algo había cambiado.

A escasos metros de nuestro encuentro, noté la presencia de quien se suponía sería mi esposa, con agilidad preferí ocultarme detrás una estatua para observar a detalle su acercamiento. Él era el enamorado y no tenía la menor duda, pero para mi infame suerte, no sucedió nada que me confirmara las sospechas.

Segundos más tarde y luego de una corta conversación, Harper le indicó a su dama de compañía el nuevo camino que deberían tomar. No fue difícil darme cuenta de que se dirigía a la florería, tal vez para verse de un modo más íntimo con el rubio que se atrevió a enamorarla.

Llegamos, y apenas la vi entrar, me acerqué a la puerta.

—¡Vete! —Le ordené a la criada que permanecía a las afueras de la tienda.

Ella se asustó tanto que se echó a correr en el momento que me vio. En un intento por enterarme de la verdad, me acomodé con total sigilo para observar por la ventana, esperando que el vendedor hubiera arribado antes que ella o de lo contrario me encontraría husmeando por el cristal.

Mi manera de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora