CAPÍTULO 3: Una mentira

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Nunca creí que una mujer fuera tan compleja como lo era Angy, aquel desdichado hombre le  ofrecía toda una vida a su lado, digna de cuento de hadas, con la que toda mujer soñaba, ¿o no? ¿Acaso los sueños de ella eran distintos?

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Nunca creí que una mujer fuera tan compleja como lo era Angy, aquel desdichado hombre le ofrecía toda una vida a su lado, digna de cuento de hadas, con la que toda mujer soñaba, ¿o no? ¿Acaso los sueños de ella eran distintos?

Me quedé estupefacto por la respuesta que me parecía absurda.

—¿No quieres casarte con él?

Ella rio al escuchar mi conclusión. Luego, volvió el cuerpo y continuó con su particular contoneo mientras se arreglaba el maquillaje.

»Pensé que el matrimonio era el sueño de toda mujer —dispuse reclinándome sobre un sofá del otro lado de la habitación.

Ella detuvo todo movimiento y se giró para hundirme más en mi ignorancia. Nunca me sentí menos ante alguien, pero en ese momento, Angy me oprimía tanto que parecía un limón recién exprimido.

—Ni siquiera debería responderte, porque no te conozco, aunque lo haré de igual modo para hacerle un favor a la dueña de ese bolso—. Echó el cabello hacia atrás y se puso de pie para agrandar mi tragedia—. Las mujeres no siempre requerimos de un imbécil que nos mantenga, no somos trofeos o adquisiciones a las que pueden exhibir como a un automóvil. Lo que ese tipo quiere es casarse conmigo únicamente porque le he dicho que estoy embarazada.

Bien podía estar en lo cierto o no estarlo. La verdad era que yo vi el rostro del pobre hombre que se atrevió a hablarle de amor a Angy.

Estaba tan enojada que la contemplé entrelazar los brazos y caminar de un punto a otro mientras continuaba el parloteo.

—Parecía enamorado —repliqué con el sólo hecho de provocar su furia.

—¿Enamorado? Por supuesto que no, a eso se le llama: desesperación, quiere a ese bebé que no existe —escupió tan alegre que su felicidad me causó escalofríos. Fruncí el ceño después de oírla decir aquello.

—Pero ¿por qué le has mentido si no lo quieres como marido? —Rasqué mi cabeza y le dediqué una mirada acusatoria.

—Es obvio que lo aceptaré, quiero casarme con él. Aunque antes, quiero que sufra —confirmó empleando un tono que provocaba miedo.

Después, vino un silencio en mi interior en lo que ella iba al tocador.

Tras la puerta escuchamos una voz que le hacía saber que era tiempo de volver al escenario, imaginé que me diría aguarda y continuamos la plática, pero en su lugar, me pidió que saliera. Desconfiaba de mí, tanto como lo haría de cualquier extraño y era lógico, puesto que yo era un completo desconocido con el que se desahogó.

Asentí y salí justo detrás de ella; sin embargo, la detuve del brazo en un intento de hacer un nuevo acercamiento.

—¿Puedo verte de nuevo? —pregunté sin más que pudiera decir.

Angy observó mi tacto nada brusco y sonrió para sí misma, era como si creyera que me tenía en sus manos. Era igual a mi arrogancia y la estaba viviendo en carne propia.

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