CAPÍTULO 10: Final feliz y aterrador futuro

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Transcurrieron un par de días en los que tanto Harper como yo intentábamos mantener la paz con la idea de mantener una relación amistosa, nuestros encuentros se limitaron a los horarios de comida, luego ella volvía a su encierro, mientras yo  trab...

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Transcurrieron un par de días en los que tanto Harper como yo intentábamos mantener la paz con la idea de mantener una relación amistosa, nuestros encuentros se limitaron a los horarios de comida, luego ella volvía a su encierro, mientras yo trabajaba en algunas propuestas de inversión para David. Era una simple fachada, puesto que no planeaba quedarme más tiempo de lo necesario.

Esa tarde, un sobre arribó a la puerta de las manos de un repartidor. Lo abrí en la oscuridad de mi estudio, recordando que era tiempo de volver a casa. Hacerlo bajo las condiciones en las que me encontraba me provocaba miedo por la posibilidad de perder a mi familia.

¿Acaso mi destino sería ese? ¿Mi fracaso fue tan grande que ellos terminarían por desconocerme?

Lo único certero que tenía era el deseo por volver a mi vida.

Cogí papel y escribí unas notas que después envié con el mozo.

De inmediato, subí las escaleras dando zancadas hasta que arribé a la habitación destinada para Harper. Abrió los ojos y los posó sobre mí, cada que me acercaba a ella era como si creyera que saltaría sobre su cuerpo.

No me faltaba el deseo, aun así, no sucedería.

—Necesito que prepares un equipaje liviano. No más de dos mudas —indiqué con la mano en el picaporte.

—¿A dónde iremos? —preguntó confundida, olvidándose del libro que tenía en las manos.

—No te lo puedo decir. —Negué con la cabeza.

—Antes debe infórmame —replicó hundiendo el entrecejo.

—¿Quieres tu libertad? —inquirí con el pecho expandido, la vi asentir de inmediato—. Entonces haz lo que te pido.

Aguardaba desesperado al pie de las escaleras, todo en mi plan podría salir mal; no obstante, tenía que intentarlo. Solo una cosa podría salvar de todo esto y esa sería la felicidad de Harper.

Apenas bajó la mujer, hice una mueca de fastidio por la tardanza.

—¿A dónde iremos? —preguntó una vez más.

—Me ha llegado una nota urgente y debo regresar a los Estados Unidos —respondí a fin de que se olvidara de todas las cuestiones.

—¡¿Los Estados Unidos?! —Abrió la vista que fue anclada en mí—. ¡No puedo, ni deseo ir tan lejos! —expuso en un alarido mientras frenaba los pasos que daba hacia la puerta. Yo intenté redirigirla a la salida empleando algo de fuerza, aunque me fue imposible, la mujer se resistió igual que una rígida pared.

—¡Harper, perderemos el tren! —repliqué a sabiendas de que nada de lo que le dijera la haría cambiar de opinión. Todo se debía al hecho de que no quería apartarse de Anna—. Prometiste hacer todo lo que te pidiera y hasta ahora no te he solicitado nada.

Mi manera de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora