Con un temblor apoderándose de mi mano, empujé la puerta para encontrarme con mi propia vida, esa que hasta el momento desconocía. A diferencia de la última vez, en esta ocasión no fui tomado por sorpresa, viajé con toda la intención de hacerme cargo de los problemas sentimentales que debía solucionar.
Ingresé a una nueva habitación que lucía todavía más vieja que la anterior, era lo que parecía un restaurante de manteles largos, el piso era de madera, las paredes tenían molduras y amplias ventanas con extensas cortinas.
Las mujeres usaban frondosos vestidos, mientras los hombres una especie de traje ajustado. Reconocí esas vestimentas de las series que Samanta veía antes de dormir.
Avancé un par de pasos y choqué con un camarero de estirada cara.
—¿Señor? ¿Puedo ayudarle? —preguntó con el rostro arrugado luego de percatarse de mi ropa. Si bien traía un traje, no se acercaba a lo que utilizaban los caballeros.
—Yo... —Quise decir palabra, pero fue Frida la que interceptó mi respuesta.
—Oh, hijo, ven acá —resonó levantando la mano desde una de las mesas.
Me costó trabajo reconocerla, puesto que la maraña de cabello fue recogida en un molote, además de que lucía un pomposo vestido verde esmeralda. Fui directo a su mesa y me senté a sabiendas de que tenía las miradas sobre mí.
—¿Por qué siempre son sitios públicos? —cuestioné frustrado.
—¿Ahora vas a decirme cómo hacer mi trabajo? —replicó ella con el menú en la mano.
—¿Qué año es este? —inquirí buscando entre el saco el celular. Sin embargo, no funcionaría, no habría red, energía eléctrica o internet.
—Es: 1827 —respondió con una sonrisa—. ¡Oh, no sabes cómo me gusta esta época!
Hice una mueca de desagrado a su notoria alegría.
—No le veo lo divertido, Frida. Todos me observan por encima del hombro. No tardarán en pedir que me vaya —expliqué sintiéndome cada vez más pequeño en el asiento.
—Despreocúpate de eso y regresa al sanitario. En la parte trasera encontrarás un atuendo hecho a tu medida, luego ve a esta dirección. —Deslizó un papel por encima de la mesa—. Es ahí donde preguntarás por Lord Donovan, tu vida número tres.
Cogí el papel e hice esa sonrisa de egocentrismo que empleaba casi todo el tiempo.
—Vaya, soy un Lord —dije arrogante.
—Uno muy adinerado —confirmó Frida—. Está buscando inversionistas, ¿por qué no te presentas como uno?
Asentí satisfecho con el papel en la mano y me dirigí de nuevo al sanitario. Frida tenía razón, ahí estaba el atuendo completo, junto con una considerable cantidad de dinero. Esto era mejor a lo que padecí la última vez. Después de vestirme, guardé todas las cosas en esa pequeña maleta y atravesé el restaurante, dejando a Frida degustar sus alimentos con total felicidad.
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Mi manera de amar
RomanceEl karma provocado por los errores de sus vidas pasadas, ha comenzado a afectar las relaciones amorosas de James, puesto que fue imposibilitado de sentir amor. Cansado del vacío, decide divorciarse, pero una extraña mujer le entrega un reloj que le...