⸻ ❝Diecinueve.❞

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El trato.

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Recorriendo los pasillos del castillo en la dirección donde se negaba a ir, una yegua hacia todo lo posible por soltarse de esos molestos guardias y golpear con sus cascos traseros la perfecta cara del rey.

Intentaba hablarle con palabras poco respetuosas para que toda su ira fuera dirigida a ella, que a su familia, sabiendo que sería un gran suicidio si éste tomaba sus palabras en serio, pero hasta el momento, ninguna palabra pareció irritarlo de todo el repertorio de frases groseras que conocía, ni tampoco lo lograron las palabras de súplica.

El semental continuaba igual de apacible, imperturbable, como si lidiara con un tigre salvaje, dándole tanta importancia como si se tratara de un pequeño gato que podía fácilmente silenciar sin usar fuerza alguna. Para este punto ella intentó hasta patear y morder a los guardias, no dando resultados al estos estar equipados con armaduras, golpearlos; resultando imposible por la misma razón, gritar; siendo silenciada por un bozal, y hasta de rogar, cosa que en vez de hacer que el semental se apiade de ella, terminó montado un espectáculo como payaso, irradiando irá con solo ver su burla inexpressible ante sus súplicas.

Ya sin opciones simplemente se dejó hacer, intento usar un hechizo para huir, pero el rey le advirtió que si lo intentaba, sus padres serían condenados de las formas más dolorosas que ni ella sería capaz de imaginar. La voz fría de su amenaza para nada vacía haciendo eco en sus orejas una y otra vez.

Soltando crudas lágrimas llenas de ira, finalmente llegaron al lugar más lúgubre que jamás había visto, y eso que era solo por fuera, miro las grandes puertas del calabozo, talladas en madera y rodeadas con metal, pareciendo incluso más pesadas de lo que parecían, y lo comprobo cuando se necesito de los 4 guardias que iban con ellos, dos que custodiaban las puertas desde afuera y otros dos guardias más por dentro, las orillas del metal de la madera junto al suelo hizo un desagradable sonido chirriante que hizo bajar sus orejas.

Pero lo peor llegó cuando esas letras se abrieron, ya que al segundo se ser abiertas, alaridos de súplica y dolor inundaron la salida por donde entraban, pareciendo las mismas puertas del Averno.

El semental Rey continuó su andar, mientras súplicas eran gritadas implorando piedad a su Majestad cuando cada preso lo vio pasar, golpes del metal y de llantos incontrolables hizo que la yegua morada bajara sus orejas aturdida.

Conforme iba caminando por esos pasillos llenos de celdas, miraba a una cantidad alarmante de ponis de tierra, que rogaban ante la presencia de su majestad que les otorgará el perdón, fallando terriblemente cuando esté pasaba por en frente de ellos como si fueran moscas insignificantes.

| 𝐒𝐨𝐦𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐜𝐥𝐚𝐯𝐢𝐭𝐮𝐝: La sentencia del corazón | ❝Twibra❞°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora