Capítulo 42: El Gobernante de los Cielos
Había un dicho que decía que si uno quiere entender de verdad un país de un vistazo, debe visitar su capital.
Ascal aprovechó un día festivo para recorrer la capital del imperio.
"¡Pan fresco a la venta! ¡Consigue tu pan recién horneado! Calentito y esponjoso!"
La ciudad bullía de vida.
Los adultos iban y venían deprisa, mientras los niños reían y jugaban en las calles.
Pero Ascal sabía algo que ellos no sabían.
El imperio estaba destinado a caer.
"¿Por qué hay una pieza extra de pan?"
"Ah, ese es un regalo. Es una receta nueva, pruébala".
"¿Van bien los negocios estos días?"
"Sí. Nunca había visto la economía tan boyante. Cada día trae algo nuevo".
El panadero, que llevaba un collar de oro, sonrió alegremente.
Al salir de la panadería, Ascal se fijó en un artista callejero que tocaba música.
Muy hábil".
Ascal sacó una moneda para dársela al músico.
"Ah, ya no acepto cobre".
El sombrero dispuesto para las propinas estaba rebosante de monedas.
¿Era sólo su imaginación?
No había ningún indicio de la perdición inminente.
De hecho, el imperio parecía más próspero que antes.
Sin embargo, Ascal no había cambiado de opinión.
¿Por qué iba a caer un imperio tan floreciente?
Se debía a los enconados problemas internos, unidos a una serie de acontecimientos catastróficos.
Acontecimientos que pronto sacudirían el imperio hasta sus cimientos.
Más tarde serían conocidas como las Tres Grandes Calamidades del Imperio.
Y el momento de la primera calamidad se acercaba.
"¡Mira allí! ¡Es el genio inventor, Bernstein!"
Gritó alguien, señalando en una dirección, y todos se volvieron para mirar.
Era una procesión a caballo.
Lo extraño era que los caballos no eran reales, sino máquinas impulsadas por piedras mágicas.
"¡Por aquí, Sr. Bernstein!"
"¡Por favor, muéstrenos su cara sólo una vez!"
El hombre que montaba el caballo dorado en el centro, un hombre de largo bigote, giró la cabeza hacia la ruidosa multitud. Era el inventor, Bernstein.
Su popularidad era inmensa.
En el imperio, la fama de Bernstein no tenía rival, era insuperable.
Su serie de inventos exitosos había grabado firmemente su nombre en los anales del imperio.
Algunos incluso llegaron a llamar a Bernstein un ser divino del imperio, el santo.
Pero Ascal sabía la verdad sobre Bernstein.
No era más que un charlatán que había tenido suerte.
El imperio, confiando en él, le entregó el gran proyecto "El Gobernante de los Cielos", que Bernstein arruinó espectacularmente.
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La Emperatriz Tirana Está Obsesionada Conmigo
FantasyLa Emperatriz no me concede la dimisión.