Especial KiriKami.

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Aquel día me di cuenta de que hacía un par de semanas que no veía a Kirishima-san, así que le pedí permiso a Aizawa-sensei y fui a su habitación. Toqué suavemente la puerta con los nudillos y la puerta se abrió poco después.

Kirishima-san salió con el pelo hacia abajo, con una camiseta de tirantes blanco y unos pantalones largos a cuadros del mismo color que su cabello. Se talló sus ojos ojerosos y miró hacia ambos lados, buscando quién tocó a su puerta. Cuando tiré de sus pantalones sin fuerza, miró hacia abajo y me vio. Al momento apareció una sonrisa en su rostro.

—¡Eri-chan!

Me cogió en sus brazos y me dio un sonoro beso en la mejilla.

—¡Cuánto te he echado de menos!

—Kirishima-san, me estás haciendo cosquillas —dije entre risas. Kirishima restregó su nariz sobre el lugar de mi mejilla donde había estado besándome.

—¿Dónde te habías metido, Eri-chan? Kamibro y yo te hemos extrañado mucho.

—¿Kaminari-san? —lo miré sorprendida y él asintió—. ¿Dónde está?

—Debería estar en su habitación. ¿Quieres ir a verlo?

Asentí repetidas veces y él se dirigió al ascensor, conmigo en brazos aún.

—Kirishima-san, puedes bajarme.

—Ya lo sé, pero no quiero.

Reí con suavidad y, cuando llegamos al piso de Kaminari-san, nos dirigimos rápidamente a su habitación.

Toqué la puerta y la puerta se abrió minutos después tras un largo "voyy".

Ya estaba vestido cuando abrió. Llevaba una camiseta holgada gris y unas calzonas negras.

Primero miró a Kirishima-san con un sonrojo, y después me miró a mí.

—¡Eri-chan! ¿Qué tal? ¿Qué te trae por aquí?

—¿Qué os trae, no? —intervino Kirishima-san.

Su comentario fue ignorado y yo me extrañé, pero solo respondí su pregunta.

Queríamos venir a verte.

Entonces, Kaminari-san miró al pelirrojo y se apartó de la puerta.

Pasad.

[Denki

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[Denki.]

El día anterior...

Estar con Kirishima por la tarde me ayudó bastante. Había llegado muy triste a la UA después de haber vuelto de la casa de mis padres, y busqué consuelo en él.

Toqué la puerta y esta se abrió sola. Entré a la habitación y la cerré tras de mí. Me senté en su cama y esperé a que llegara.

Cuando ya llevaba tres horas allí sentado, la puerta se abrió.

Padres | 𝐄𝐫𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora