Diecisiete

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— No.— Digo para retomar mi lectura de literatura inglesa. Escucho la risa socarrona de Isaac y Morgan, muy entretenidos con el numerito quejumbroso de Livia.— Vuelvan a estudiar, la materia no la van a pasar riéndose.

Se supone que estábamos en una reunión de estudios grupal. Morgan y Livia continuarían con su trabajo mientras Isaac y yo teníamos distintas materias que repasar. Llevo muchos meses estudiando solo el azabache y yo. Hay demasiado ruido y demasiadas interrupciones a mis lecturas, lo cual no está encajando con mi paz interior. No estoy acostumbrada a esto.

Me he acoplado a sus manías y sus bromas ocasionales. Con Livia es todo muy distinto, más ruidosa e incontrolable, lo que de alguna manera no me gusta. Me desconcentra y agota mi paciencia. La amo, pero no funcionamos para estudiar juntas. De hecho, muy pocas veces lo hacíamos.

Sin embargo, Morgan está muy cómoda con el ambiente. Le ríe las bromas y se las sigue, así que deduzco que ya se acostumbró, parece incluso disfrutar. Ahora mismo tiene una sonrisa cálida en el rostro mientras la rubia se queja de mi respuesta.

Enfocándome en el actual drama de mi amiga, que me perdone pero no pienso ir a esta hora a comprar helado. Debo llevar a Isaac a su casa y con una dosis de azúcar tan tarde nadie nos va a aguantar, conociéndome a mí misma.

— Amor, — El bajo susurro del azabache me hace cosquillas por toda la espina dorsal. Su mano se posiciona en su lugar favorito: mi espalda baja.
— ¿Qué malo puede pasar si vamos?

— Son las siete de la noche, mañana tenemos escuela y quiero relajarme, no quedarme despierta de madrugada por comer azúcar tan tarde. — Hablo bajo, sus caricias hacen el efecto de siempre para tranquilizarme por lo que mi tono ya no está alterado.

— Tay, vamos.— La mano que reposaba a mis espaldas sube a mis hombros y reposa su brazo allí. Su torso se vira casi por completo y la otra mano se posiciona en la piel desnuda de mis muslo. — Tómalo como una cita doble.

Se me escapa una carcajada de lleno. Realmente esto ya parece una cita doble. Y, de hecho, gran parte de la culpa se debe a las que no son nada cerca de una pareja. Hasta hace unas semanas se odiaban.

— ¿Qué te da tanta risa?— Pregunta Livia, un poco confundida. — Oigan si van a secretear entre ustedes y no nos van a contar a nosotras mejor no lo hagan.

— Metiche, ¿Porque quieres saber de qué hablamos? — Le contestó, para mí sorpresa, en un tono sugerente. Pero un apretón en mi muslo y una risa ronca me despiertan todos los sentidos.

— ¿Qué muchos detalles quieres, Livia? — Contesta Isaac. La carcajada de Morgan suena de repente y a la rubia le basta para perderse mientras la observa riendo. Es casi tan obvio que me pregunto si Morgan lo nota.

Pero la mano que está posada en mi muslo me distrae otra vez, pues sus caricias van subiendo por la piel, muy cerca de la cara interna de la pierna. Subo la mirada, intentado buscar algún tipo de contacto visual, pero el está pendiente a las dos chicas mientras que con su otra mano juega con uno de mis rizos.

Tengo su contacto por todas partes, me pregunto si es consiente de eso.

La mano ubicada en mi muslo sube más y los nervios atacan aún más fuerte. Intento mantener la compostura relajada y tomarme esto como una muestra más de cariño, pero hay algo más en este toque. Más íntimo e incluso más obsceno. Lo íntimo que puede llegar a ser el ligero tacto y la vergüenza de que alguien nos vea le suman más a mi calor, lo que probablemente sea excitación y este negando rotundamente.

— Isaac, estamos en público. — Su única respuesta a mi susurro es un sonido de afirmación. Como de quien no le importa la cosa. — Tu primo está por ahí y su prometida también. Pueden ver.

HOPELESS || Isaac García Donde viven las historias. Descúbrelo ahora