Catorce

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La brisa mueve el cabello, apartándolo de mi cara. El cielo se torna anaranjado, brindando tanta calidez que parece irreal. Es irreal.

Porque hace frío, la noche está llegando y la soledad nunca había pesado tanto como ahora.

Es irónico, porque entre más lo voy pensando, todo tiene mucho menos sentido. Es curioso como hace un año mi vida no era más que vacíos a medio llenar. Vacíos que ya no son más que oscuridad.

Hoy a sido un día de mierda, sobra decirlo. Aunque usualmente siempre le encuentro algo positivo a todo esto, hoy no soy más que una bola de negatividad drenada bajo el verdoso suelo escondida en el alto valle. Mi cabellera crispada por el viento, mis lágrimas saciadas por la tristeza y mi conciencia vagando de flor en flor como cual abeja en busca de polen.

Hoy he sido testigo que soy capaz de romperme más de lo que ya estaba. Y lo que eran pedazos pequeños del cristal de mi corazón ahora son apenas escarcha que corta. Las flores de este campo siempre me brindaron esperanzas, siempre quise ser una de ellas; florecer hasta marchitar, preguntándome si al hacerlo padecen de dolor. O si simplemente se secan.

Mi momentánea tranquilidad se ve interrumpida cuando el crujido de los altos pastizales se escuchan. Estoy escondida entre ellos, pero de asomar un poco la cabeza podría verme quien sea. Me quiero quedar con la curiosidad porque, a pesar de estar bastante alejado del pueblo, el Jardín de las Lilas es visitado por las señoras mayores del pueblo. Pero un grito me asusta, no precisamente de una anciana dulce y risueña.

— ¡Taerin!— Grita a todo volumen Ryan.— Se que estás aquí, ¡Sal de una vez!

Aprieto los ojos y me recuesto suavemente sobre el suelo intentando hacer el menor ruido posible. De todas las personas del mundo, es el último con el que quiero hablar.

— ¡No sabes lo que haces!— Su voz se escucha más cerca, lo que me genera pánico y voy intentando moverme. Lista para salir corriendo de ser necesario.

El crujido de mis movimientos se vuelve más evidente y sus pisadas más cerca. No tendré oportunidad para escapar.

Resignada, me levanto de mi lugar, visualizando su figura bajo el anaranjado atardecer. Se ve extrañamente magistral, casi precioso. Es como una fotografía, ojalá solo fuera eso.

Logro ver donde aparqué mi auto, ni siquiera está tan lejos. Entonces lo ignoro y me dirijo a mi auto.

A medida que voy acercándome al auto sus llamadas y reclamaciones se escuchan más cerca. Mi paso es cada vez más rápido y estoy a punto de llegar a mi auto cuando me jalonean de la muñeca. Ryan me a alcanzado.

— ¡¿Desde cuando eres tan ignorante?!— Su respiración es agitada, su cabello oscuro está revuelto y su piel está colorada.

— No quiero pelear contigo ahora, déjame.— Intento sacarme de su agarre, pero su puño se cierne a mi muñeca, siendo doloroso.

— No, vamos a hablar esto.

— No tenemos nada que hablar. Ya te dije, suéltame. — Su puño vuelve a apretar, incluso si ni siquiera me e movido.

—Te lo estoy rogando, Tami. Vamos, hablemos.— Su mirada es tan suave que no contrasta con el moretón que tendrá mi mano más tarde.

De alguna manera, pensar en eso me provoca coraje. La manera en que es capaz de que su tono y sus rasgos hagan inofensivas sus acciones es casi sobre natural. Debería ser ilegal.

HOPELESS || Isaac García Donde viven las historias. Descúbrelo ahora