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Normalmente, cuando llegaba la época de relevo en Brecilien, las brujas que luchaban en la guerra regresaban  a reunirse con sus compañeras que no eran parte del aquelarre, muchas veces buscaban a sus parejas alegremente y disfrutaban del tiempo juntas antes de que les tocara regresar a sus misiones.

No es como si en el mundo mágico solo existieran las brujas como seres sapientes, pero definitivamente Brecilien era una ciudad construida por y para ellas, por lo que mas del noventa porciento de su población se trataban de brujas.

Jihyo hace casi dos décadas que se separó de su esposa Sana. Luego de notar que parecía más interesada en la vida militar que en ella.

"Si no protejo nuestro mundo, jamás podrás estar a salvo".

"No me importa este mundo, me importa estar a tu lado".

Recordó Jihyo mientras troceaba un puñado de vegetales usando un cuchillo que cortaba solo, esa sensación de que extrañaba a alguien le atormentaba pero menos que antes, por lo que se sacudió la cabeza y siguió virtiendo sus ingredientes en el caldero dónde preparaba un estofado.

El restaurante era extenso, se llenaba de vida cada día, mientras, Jihyo repartía el estofado en tazones de madera y los llevaba a las mesas repletas de brujas y criaturas mágicas.

—No me gusta el cilantro—Bufó un hombre con cuernos de toro.

—Dijiste que le pusiera extra al tuyo—.

—¿Ah sí?—El se colocó de pie, doblaba en altura a Jihyo, ella solo se cruzó de brazos esperando una explicación.

—Chan, no estoy de humor para tus bromas—Dijo Jihyo rodando los ojos y dándole la espalda al minotauro—¿No tienes algo importante que hacer? ¿No estabas cuidando Los caminos?—.

—Oye, este es el único sitio donde puedo molestar una bruja, y casualmente esa bruja eres tu—Poco a poco, Chan, el hombre toro, iba desenmascarando su verdadero personalidad inmadura y bromista—Además, no necesitan de mucha vigilancia, los humanos no pueden llegar a Los caminos—.

—¡Cómo sea! ¡¿En dónde demonios se metió Tzuyu?!—.

Antes de poder responder a eso, una explosión de colores retumbó del otro lado del restaurante, curiosas, todas las brujas y criaturas se asomaron por las ventanas tratando de descubrir que había pasado.

Jihyo no quería pensar lo peor, pero era demasiado obvio de quién se había tratado, puso su mejor cara y salió solo para ver a su hija Tzuyu bañada en polvo rojo y amarillo en medio de la calle de mármol, ante la mirada curiosa del mundo.

—¡De verdad puedo explicarlo!—Gritó Tzuyu mientras retrocedía nerviosa ante la mirada de su madre.

—¡Ya es suficiente!—Exclamó Jihyo, mientras estiraba sus manos para atraer a Tzuyu y así poder jalar de ella—El restaurante cerrará por hoy—.

La indicación dejo a todos a medio tazón de sopa, chan, quien no había parado de reírse se quedó asomado por la ventana exterior pretendiendo escuchar el sermón que Jihyo tenía para Tzuyu, lastima para el que eso se desarrollaría en el segundo piso del restaurante, dónde estaba la casa de ambas.

—¡Yo no tengo la culpa! Esa idiota de shuhua no empacó los materiales bien, yo solo le hacía un favor —.

—Primero que nada, respeta a la comandante Shuhua, y segundo favor o no, yo ya te dije que dejaras de llevar explosivos para el cuartel. Tienes suerte de que estos eran inofensivos...¿Por qué?—.

Jihyo tenía un enorme pavor.

Es que Tzuyu quería participar en la guerra.

Desde hace un par de años estaba insistiendo a su madre para que le permitiera alistarse, ante cada negativa, solo se volvía más rebelde, e iba a escondidas a prácticas a la academia del aquelarre, aunque no estaba perfectamente instruida, con tal de evitar eso, Jihyo abrió un espacio donde le enseñaba a Tzuyu como manejar su magia antes de ingresar a la academia.

Aftermath (Sahyo G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora