Alex y Martín.

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Alex:

Era difícil aparentar que me sentía bien, sobretodo cuando el ambiente era festivo y todos parecían estar tan felices. Seguramente yo estaría como ellos, si tan solo no hubiera visto el repugnante álbum de fotos privadas del cabrón que empezaba a gustarme. No sabía si estar agradecido por verlo o si me gustaría regresar el tiempo para no hacerlo.

¿Qué quería de mí? ¿Que fuera uno más para fotografíar en alguna pose exótica y guárdalo en su álbum puberto?.

Me sentía decepcionado y estúpido, pero no sorprendido. No era la primera vez que me equivocaba con un hombre, todos aparentaban al principio ser peritas en dulce para después sacar las garras.

Aún así, mentía si dijera que no pensé por un momento que él era diferente... O por lo menos que con él sería distinto.

Salí de mis pensamientos al verlo acercarse a mí, bebiendo el resto de champagne que quedaba en su copa. Sonrió ampliamente, a simple vista podía notarse lo feliz que estaba y no era para menos, pues estaba cumpliendo su sueño.

Se sentó al lado de mí, mirándome, como si analizará mi rostro. No me atreví a mirarlo a los ojos, corría el riesgo de olvidar lo anterior y caer directamente a él, como también existía la posibilidad de sentir más rabia y formarle un escándalo bien cabrón.  Lo sé, ninguna de las dos opciones sonaba apetecible.

— Alex, te esperamos allá. Martín va llevarte— decía Rai cogiendo su cartera, la mano de Alondra y comenzando a caminar a la puerta.

— Pero si haremos stream con Molly. Me voy con ustedes— dije buscando mi celular.

— Yo me ofrecí a llevarte. Quiero hablar contigo, no será tanto tiempo— mencionó el castaño a mi lado.

Rodé los ojos, acción que no pareció pasar desapercibida para él.

Rai salía del apartamento con Alo, llevándola a empujones mientras la morena iba con sus dedos índices apuntado al techo, su cabeza echada hacía atrás y sus labios moviéndose, murmurando cosas probablemente poco entendibles al oido humano. Y finalmente cerraron la puerta, dejándome ahí con Martín quién de inmediato se acercó para besarme. No lo alejé, pero ha decir verdad el beso no se sentía como los anteriores, no sentía esas corrientes en mi estómago, ni tampoco los latidos a mil por minuto.

— ¿Sucede algo?— pregunta acariciando mis mejillas. Negué con la cabeza— ¿Estás molesto? Puedo llevarte ahora, solo quería estar un rato contigo a solas. Te hecho de menos.

Sus manos iban a mis caderas, jugando con el borde de mi camisa.

— Lo de nosotros es solo esto ¿Cierto?— hablé usando las palabras incorrectas, pero necesitaba saber en qué estaba metiéndome.

— No... O sea, yo quiero...— por un momento pensé que diría lo que quería escuchar— Claro, solo esto— tan rápido con mi ilusión subió bajo de golpe, estrellando contra el suelo. Pero yo pregunté y no podía quejarme, por lo menos ahora todo era más claro.

— Perfecto, pero justo hoy no. Quiero irme— dije, fijando la vista en mi celular para pedir un Uber.

— Alex, en realidad...— su voz sonaba tímida o dudosa— ¡Hostias! ¡¿Por qué contigo todo es así?! Ni siquiera dejas de mirar tu celular. Maldita sea, yo no... Me gustaría saber qué pasa por tu mente— habló exaltado, levantándose del sofá.

— Puedes preguntarme cualquier cosa y te la voy a responder con la verdad. No tengo secretos como tú— dije, dándome cuenta de que en cualquier momento yo le diría.

— ¿De qué mierda hablas? ¡Joder!, si tienes algo que decir dilo. Deja de portarte como un niño— la forma en la que lo dijo me hizo pensar que era eso lo que pensaba de mí—. No sabes ni siquiera qué es lo que quieres conmigo. Un día eres cariñoso, me llamas, me dices que me extrañas, nos vemos, follamos y otro día no sé nada de tí. Y es así como se comportaría un rentboy que solo busca montarse en una polla.

La palma de mi mano fue estampada con fuerza contra su mejilla. Mi vista comenzó a nublarse y mi mente aún procesaba que me había llamado prostituto. Su mejilla comenzó a ponerse roja y con su mano esa zona, parpadeando un par de veces. Sentí miedo cuando la idea de que fuera pegarme cruzó mi mente, entonces dí un paso atrás.

— Alex— dijo, su voz y su cara mostraban arrepentimiento— Fue por impulso, no sé medir las palabras cuando...

— Cállate— dije limpiando las lágrimas que resbalaban por mi mejilla— Puedo jurar que eres el primero por el que empezaba a sentir algo especial. Así como también te puedo jurar que eres el peor hombre que he conocido. Esa fachada que tienes de hombre bueno y tierno es una completa mierda. Martín, si cortaba comunicación contigo era por el miedo a que tú no sintieras lo mismo que yo— mi voz se escuchaba débil.

Caminé al cajón donde estaba el álbum, saqué este y el castaño miró el libro en mis manos con una mueca de vergüenza y arrepentimiento al mismo tiempo. Sus ojos comenzaban a ponerse rojos y cristalizados, indicando que sus lágrimas caerían en cualquier momento.

— ¿Qué querías? ¡¿Qué fuera uno más para agregarlo en tu mierda?!— grité lanzándole el álbum al pecho— Estás enfermo.

Diciendo eso tomé mi cartera, dispuesta a salir del apartamento. Escuchaba sus pasos detrás de mí.

— Alex, perdóname. Solo escúchame ¿Si?. Por favor, mi amor— era la primera vez que me llamaba por un apodo, estaba tan sorprendido que detuve mis pasos, pero tomé una respiración profunda y continué caminando llegando al elevador del edificio y presionando el botón varías veces.

Sentí su cuerpo posicionarse detrás del mío, sus manos fueron a mi cintura y luego se inclinó para estar cerca de mi oreja.

— Hablemos, por favor. Estoy dañado, Alex. Pero yo por tí enfrentaría a mis putos demonios para sanar y ser lo que tú te mereces. Dame la oportunidad— sus manos en mi cintura me hicieron girarme hasta quedar frente a frente. Se acercó cuidadosamente a mi cara, juntando nuestros labios en un beso lento.

Sus labios moviéndose tímidos y delicadamente sobre los mios me hacían sentir eso que sentía cuando el me besaba o me tocaba, era como si mis pies dejaran de tocar el suelo y mi cuerpo comenzara a flotar, hasta el tiempo parecía pasar más lento.

Estoy tan jodido.

Sus manos se posaron en mis mejillas, para terminar el beso y comenzar a dejar otros más cortos.

El sonido del ascensor me trajo a la realidad. Quité con cuidado sus manos de mi cara

— Lo siento, no, Martín— dije, no estando convencido de mis palabras— No quiero salir lastimado.

Eso último ni siquiera tenía sentido que lo dijera, pues ya era un hecho.

Me dí la vuelta y subí al ascensor, presionando el botón.

— Piénsalo— dijo el castaño en un susurro, pero pude leer sus labios antes de que las puertas se cerraran.

Dejé de retener mis lágrimas, y comencé a llorar. Pensando en que Martín era alguien que estaba herido aún, y yo también lo estaba, por eso no podía ayudarlo ni él a mí.

Él era como un cactus, debían darle amor sin estar demasiado cerca porque solo así se podía. Cualquier mal movimiento sin querer y sin siquiera notarlo te haría daño.

No era su culpa.

Pero yo tampoco estaba dispuesto arriesgarme a mí mismo.





Capitulo inesperado, vvs.
Espero le den amor a este como a los anteriores.
Besos en la frente.

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