España, 25 de Febrero, 1987
La luna invadía el cielo estrellado de aquella fría noche de febrero. El viento gritaba y se lamentaba fuertemente entre los árboles, apenas eran las dos de la mañana, no se escuchaba mucho, por las calles, ni tráfico ni personas. Era una noche normal, si no fuera por...
--¡Ahhhhh!-- Gritó una chica adolescente de al menos 17 años desde su oscuro cuarto, aterrorizada y respirando agitadamente, como si hubiera visto al mismo Satanás en persona. Inmediatamente tras el fuerte chillido de horror, apareció un chico algo alto, de ojos color verde meloso, una piel perfectamente bronceada y pelo castaño por la puerta, junto a una chica muy parecida a él.
Se acercaron a la niña, que lloraba en busca de consuelo, el chico la abrazó fuertemente mientras su acompañante encendía una pequeña luz de mesita que reposaba a su derecha. --¡Jessica! ¿Estás bien, cariño?-- Preguntó el chico, sin soltar el abrazo y mirándola a los ojos con cariño y seguridad. -- Una...Pesadilla...Pensé que nos atraparían también-- Contestó Jessica entrecortadamente a su hermano. La chica se arrodilló y junto al chico trataron de calmarla.
--Jess, no pasará nada, ¿vale? yo y Matthew te cuidaremos siempre. Ahora, duerme un poco, anda. nosotros estaremos aquí por si pasa cualquier cosa-- Dijo con ánimos de tranquilizarla, después se quedaron con ella unos minutos más y cuando Jessica por fin pudo volver a conciliar el sueño, salieron sigilosamente de la habitación, dejando la pequeña luz encendida, solo por si acaso.
Una vez fuera, Matthew y la otra chica se sentaron en la cocina a hablar un poco. Matthew vivía en España, junto a sus dos hermanas; Jessica, la menor y Valeria, la mediana. Él era el mayor de los tres, con 21 años de edad, casi 22, Valeria tenía tres años menos que él, 19, y Jessica, cinco años menos, 17 recién cumplidos. Los tres hermanos vivían como podían desde que su madre les dejó y su padre... mejor no hablar de él, alimentándose de lo que Matthew conseguía en su trabajo. No era mucho, pero al menos podían comer y comprar las cosas imprescindibles del día a día.
-- Tate, ¿mañana irás a trabajar?-- Preguntó cautelosa Valeria a su hermano, esperando una respuesta negativa. --Sí, no somos muchos y necesitarán ayuda, me pagarán algo extra.-- Respondió Matthew despreocupado, evitando mirarla a los ojos. Valeria, como si hubiera dicho la peor cosa del mundo, se levantó y se puso frente a él, obligándole a mirarla.
--¿Es enserio, Matthew? ¿Pretendes ir a trabajar como si nada?-- Cuestionó ofendida. --Mira, Valeria, no pasará nada, necesitamos ese dinero, apenas hay comida, te prometo que estaré bien-- Respondió Matthew, manteniendo la calma de siempre.
--¿Qué haríamos si tú también desapareces? ¿Y si te atrapan y nos dejas solas, como hicieron mamá y papá?-- Dijo Valeria, con preocupación en su mirada y algo de enfado, esperando hacer entrar en razón a su hermano. Matthew se levantó y sujetó sus manos con delicadeza, era apenas unos centímetros más alto que ella, pero aún así, presentaba autoridad y seguridad. --Estaré bien, nunca os dejaré por vuestra cuenta. Yo tampoco quiero tentar a la suerte, pero debo ir. Volveré cuanto antes, ¿vale? Ahora a dormir, ya es tarde.--
Finalizó la conversación y sin dejar que Valeria contestara, la acompañó a su habitación para arroparla y darle las buenas noches. Con eso hecho, cerró la puerta y se dirigió a la cocina, sacando una lata de cerveza del frigorífico y alcanzando una revista llena de noticias. Se dejó caer sobre la silla más cercana y se dispuso a beber la cerveza, mientras leía las noticias atentamente.
Hacía casi dos años que el mundo se había sometido a una abrumante oscuridad, miles de desapariciones sin sentido ocurrían día tras día. Al principio, las noticias y el gobierno se encargaron de esconder estas siniestras cosas que ocurrían, pero con el tiempo, era imposible de ocultar, y la gente cabreada empezó a pedir explicaciones, las cuales nadie era capaz de dar. Las desapariciones no eran las únicas cosas que pasaban, también, muertes por doquier, cada vez más y más. A veces ibas a comprar y te encontrabas al tendero muerto en el suelo, o incluso conduciendo, gente chocándose con otras personas por haber muerto mientras conducían. Además, varias personas habían llegado a captar en cámaras unas extrañas criaturas moviéndose por la ciudad, aún así ningún canal de noticias habló de ello. Esto ocasionó que mucha gente dividiera sus opiniones, por ejemplo, la iglesia prefería decir que esos mounstros era el diablo haciéndose presente, otras personas decían que era el fin del mundo, y otras pensaban que todo era una broma. Pero, había algo que conectaba todas estas extrañas muertes, algo que aún siendo tan obvio, nadie ha logrado investigarlo, y es que todas estas personas mueren sin nada que lo ocasione, simplemente se desploman, además, segregan una sustancia de sus bocas y ojos. Un líquido totalmente negro, inhumano, viscoso y que al tocarlo causa graves quemaduras. es imposible recolectarlo por ese mismo motivo, es un ácido muy potente, y que con el paso del tiempo, termina desintegrando el cadáver.
ESTÁS LEYENDO
Muerte Acelerada
Fantasy¿Qué pasaría si un día el mundo entero es sometido a una abrumante oscuridad? Llena de muertes sospechosas y desapariciones sin ninguna pista sobre el paradero de aquellas personas. Poco a poco y aunque se trató de evitar, el pánico llenó las calles...