— ¡Discúlpame! - dice apenada.
— ¿No ves por dónde vas?.
— E... Estaba saliendo y no logré ver que venía alguien, enserio perdón.
— Deberían contratar gente más eficiente.
— ¿Perdón?.
— Eso, que deberían buscar gente que ¡Sí! Se fije por donde va.
— Que quede claro que no tengo ojos por todas partes y para su información, caballero, yo soy una muy buena trabajadora y una muy buena persona, solo que con canallas como usted es muy difícil serlo, ya le pedí disculpas y si no me va a ayudar a recoger todo el tiradero que accidentalmente hicimos ¡Juntos! Entonces será mejor que se retire.
Como valde de agua fría, lo que aquella mujer castaña le dijo lo hizo entrar en razón, estaba tan nervioso que trató mal a una persona que no tenía la culpa de nada, al verla a los ojos detectó algo en ella, algo que lo hizo decir lo siguiente.
— Perdón, no... No quería hablarte así.
¿Estaba pidiendo que lo perdonara? Mágicamente una mujer que ni siquiera conocía lo estaba mandando, estaba sorprendido no solo por la imponencia de Marcia, sino que también porque era hermosa, estaba hablando con una mujer de esas que lo intimidaban y él no podía ni pronunciar una sola palabra, pero ahora estaba directamente hablando con una, había algo en ella, algo que lo dejó en un trance y ni sintió cuando su amigo llegó hasta que lo escuchó hablar.
— ¿Qué pasó aquí?.
— I... Iñaki - lo ve sorprendido.
— Pero ayúdale - se agacha - ¡Esteban!.
La castaña estaba ahí, cuando iba a responderle a Esteban llegó Iñaki y no le dió tiempo de decir nada, solo se agachó para levantar todo, hasta que escuchó "Esteban" ¿Era él?.
— Puta madre, Marcia - pensó - es el hijo de Darío Lombardo, ¡Claro! ¿Cómo vas a olvidar su cara? Bueh, ni que tuvieran tantas fotos de él.
— Señorita, ¿Está bien?.
— Eh... - parpadea - si, estoy... Estoy bien.
Ambos hombres ayudaron a Marcia a recoger todo.
— Gracias - dice en un tono tímido.
— No te preocupes, disculpa si mi amigo fue grosero es que... No está acostumbrado a tratar con mujeres lindas como tú.
— ¡Iñaki! - lo codea - de verdad discúlpame... - lee el nombre que está en la etiqueta de la camisa - Marcia.
— ¡Que rápido lee! - se dijo en su mente - no, no te preocupes Esteban.
Dijo eso y se dió vuelta, de una manera cómica logró abrir la puerta y luego ingresó en la cocina otra vez.
— ¿Qué fué eso?.
— No, no sé.
— Hablaste con una mujer que no es Lucrecia o las viejas de la empresa - aplaude - ¡Por fin!.
— No seas imbécil - suspira - pero si.
— ¿Crees que ahora si podrás hablar con la susodicha?.
— Estás loco - niega con la cabeza.
— Acabas de hablar con un monumento de mujer y ¿Todavía dudas de ti?¿Si notaste cómo te miraba?.
— En primera, te miraba a ti y en segunda, le hablé porque por pendejo la hice pasar un mal rato.
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