— Listo.
— ¿Ahora qué hacemos?.
— Deben ver cómo está el terreno - dice desde el otro lado del teléfono.
— ¿Cómo?.
— Vayan a verlos, están sensibles y es más fácil llegarles así.
— Está bien, nos vamos - cuelga.
Lo habían hecho otra vez, todo les estaba saliendo muy bien, por el momento.
— Con permiso - abre la puerta.
— ¿Qué quieres, Marina?.
— Venía a revisar algo contigo, ¿Qué tienes? - él había estado llorando.
— No te importa, ¿Te puedes ir?.
— Te pasa algo, lo sé.
— Pero no te incumbe.
— Esteban, solo quiero ayudar.
— ¡No necesito tu ayuda! - se levanta - ya vete.
[...]
— Hola, hola.
— ¿Qué buscas ahora?.
— Veo que cumpliste.
— Me amenazaste por mensaje, obvio iba a cumplir.
— Más te vale seguir así.
— No te tengo miedo.
— ¿Entonces por qué cumpliste?.
— Porque por el momento no puedo hacer otra cosa - se levanta - ¿Te puedes salir de acá? Necesito trabajar y me estás distrayendo.
— Marcia, vete con cuidado - se acerca y acaricia su cabello - por cierto, tu mami es muy amable, eh.
— ¡Idiota! - le golpea la mano para que deje de tocarla - ¡Con ella no te metas!.
— No lo haré - alza las manos - siempre y cuando tú estés mansa.
Salió del lugar y la dejó aún más desestabilizada, no sabía que hacer, decir la verdad no era opción ahora, no sabía lo que Esteban estaba pensando de ella y probablemente si se había confundido en no decir la verdad, pero marcha atrás para ella no había. Esteban estaba perdido en sus pensamientos, Marina ya no estaba en su oficina, así que su cabeza viajó a la posibilidad de arreglarse con Marcia.
Un día más pasó, la tensión seguía consumiendo a las víctimas de aquel plan, claro que Esteban no sabía nada de lo que estaba pasando, lo único que tenía en la cabeza era Marcia. La pelirroja había decidido no ir a trabajar, ya faltaba un día para su viaje con su mamá y prefirió reportarse enferma para poder planear un buen itinerario para ambas.
— ¿Y Mar?.
— No vino - responde Estela.
— ¿Sabes por qué?.
— Dijo que estaba enferma.
— ¿Enferma?.
— Mju... Esteban, también me pidió que no la buscarás.
— Gracias - asiente.
Salió de la oficina y se dirigió al elevador, iba a buscarla. Tardó unos veinte minutos en llegar, tocó la puerta y Adriana abrió, ella era inocente de todo, no sabía nada, así que lo recibió como siempre.
— ¡Hijo!.
— ¿Cómo está?.
— Bien, Mar me dijo que hoy no vendrías porque tenías mucho trabajo.