Secreto 5: Familia rota

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Vicente y Esther se sentaron en una mesa elegante. En el camino hacia el restaurante, tomaron la decisión de cambiar de localización hacia una más cercana y pasional.

Marido y mujer estuvieron en aquella cena romántica en el restaurante de lujo hasta mucho más allá del anochecer y de que el reloj marcase un nuevo día. Cenaron comida cara y elegante, disfrutaron de champagne caro y espumoso, pasearon por las calles nocturnas como un par de enamorados, y no regresaron a casa hasta que no estuvieron satisfechos el uno con la otra y viceversa. El coche tenía marcas de vaho cuando lo apartaron en el aparcamiento privado de la casa.

Abrieron la puerta lateral después de subir unas escaleras retorcidas y llegaron a una casa solitaria pero iluminada. La luz del salón estaba encendida, sin embargo, la televisión estaba apagada, el teléfono no estaba a la vista, y no había ningún sonido que delatase que el joven pudiera haberse ido momentáneamente al baño.

Vicente tampoco le prestó mucha atención, pero Esther, en cambio, se fue hacia la habitación de Sebastián para decirle que la próxima vez no dejase la luz del salón encendida si iba a irse a dormir. Pero Sebastián no estaba en la cama a pesar de que esta estaba deshecha debido a que estuvo llorando allí antes de que ambos progenitores le ofrecieran irse a cenar fuera y este se hubiera negado. Vicente se presentó en el umbral de la habitación, pero sus cejas se encarnaron al no ver a su hijo en la cama. Asumieron inmediatamente que estaría en el baño, así que ambos se dirigieron hacia allí. Naturalmente, la madre tomó la maneta y la bajó, pero la puerta estaba atrancada, como si Sebastián le hubiera puesto el pestillo, pero a veces se quedara atascada, Vincente también lo intentó, en vano.

- ¿Sebas? Cariño. ¿Estás en el baño?

No hubo respuesta.

- ¡Sebastián!- gritó imponentemente su padre.

Pero siguió sin haber respuesta.

- Ve a buscarlo a la despensa. Como esté comiendo o escondiéndose allí, metele una bofetada.

Esther asintió con la cabeza, pero no aceptando la amenaza, sino más bien únicamente dispuesta a ir a buscar a su hijo sea cual sea el lugar en el que estuviera escondido, y se fue hacia el mencionado lugar. Vincente se movió hacia su habitación. No estaba en ninguno de los dos lados.

Buscaron por toda la casa y volvieron a converger en la puerta cerrada del baño. Ambos miraron con horror ese lugar porque era el único que quedaba y era el único sitio en el que no iban a tener fácil entrar a no ser que tirasen la puerta abajo. Vicente tomó impulso, sintiéndolo mucho por los vecinos por el estruendo a las dos de la mañana.

Uno.

Dos..

Tres...

Tres empujones violentos a la puerta fueron necesarios para que esta cediera y cayera. Ya se lamentarían al amanecer por las bisagras o el dinero que iban a necesitar invertir en una nueva puerta después de romper aquella, no solo por aquellos puntos tan inesperadamente resistentes, sino también en la propia estructura de la puerta. En aquellos momentos no había nada más que les pusiera preocupar sino la mojada y fría cabeza de Sebastián sobresalir en la bañera, una expresión pacífica por primera vez en su vida desde que era un bebé, el agua hasta el cuello en un tono rojizo intenso. Vincente palideció.

Esther gritó escandalosamente.

Y todo el vecindario se llenó de luces, no solo de los vecinos, también de una ambulancia de emergencias que no pudo hacer otra cosa que confirmar lo evidente aunque tratasen de reanimar al muchacho. Tal fue el escándalo que incluso vecinos de otras calles se asomaron a sus balcones y al barrio, movidos por los gritos y el llanto que estaba llegando hasta sus casas.

La desinformación alzó rumores, y los rumores se expandieron tan rápido que, al día siguiente, ya media ciudad sabía que algo le había pasado a la familia Arcos Martínez. Lamentablemente nadie sabía decir el qué, hasta que las noticias oficiales llegaron de parte de los padres al instituto, notificando que Sebastián ya no podía volver a ir y que todos sus compañeros podían― y debían según el padre― asistir al funeral.

Nacho se quedó blanco cuando Zacarias e Ismael le informaron de que Sebastián por fin se había suicidado en su casa después de todos sus esfuerzos por volverlo un hombre hecho y derecho.

Incluso se atragantó con el bocadillo de jamón y queso que estaba terminando de comer en ese momento provocando que tosiera entrecortadamente. La sorna con la que lo dijeron y las carcajadas que ambos soltaron sin disimulo alguno por haberse quitado a "esa molestia" de en medio, siendo mero dinero fácil, hicieron que Nacho temblase de rabia y les metiera un puñetazo a los dos en la boca.

- ¿¡Qué mierda haces!?- exclamó Zacarias con sangre bajando de su labio partido.

- ¡Iros a la puta mierda los dos!

Zacarias se lo quedó mirando impresionado por la reacción, Ismael empezó a sangrar al morderse la lengua en ese puñetazo.

- ¿Estás loco?

- ¡Que os vayáis a la mierda!

El azabache obsidiana se marchó de allí corriendo impulsivamente, directo a casa de Sebastián, sin poderse creer lo que le habían dicho, sin poder creerse con la indiferencia que ambos hablaron de la vida de alguien y picó tantas veces que no sabía cómo no había fundido el timbre. Nadie le contestó.

- ¿A quién buscas?- le preguntó una anciana desde el balcón de enfrente, estaba relativamente cercano, y aquella benevolente anciana se encontraba cruzada de brazos sobre el plano de la ventana, con una sonrisa amable en su temblorosa expresión.

La vieja cotilla de enfrente de casa de Sebastián, por eso nunca había ido con él acompañándolo, por culpa de esa vieja chismosa.

- ¿Dónde está Sebastián?

- En el tanatorio, muchacho. ¿No te enteraste? El pobre joven falleció anoche.

Nacho se quedó totalmente congelado y sus ojos azules se abrieron en shock. Negó lentamente con la cabeza y sus pasos lo llevaron corriendo como un desesperado por las calles, frenando y entorpeciendo el tráfico, incluso con los ojos cristalizados hasta que llegó al tanatorio de la ciudad. Un lugar que no creía ir a pisar jamás. Negando con la cabeza en todo momento y sin querer creerse lo que aquella vieja le había dicho, así como todas las evidencias que tenía delante, una jovial muchacha de unos treinta y pocos años detrás del mostrador solo le confirmó lo que no quería creer.

- ¿Eres un compañero de la escuela de Sebastián Arcos Martínez?- Nacho estaba a punto de derrumbarse en ese momento.

- S-Sí...

- Oh... Pensaba que solo vendrían los familiares...- se llevó una mano al mentón.- Te acompañaré a la sala, si la familia acepta que entres, no habrá ningún problema.

Nacho sentía el cuerpo agarrotado e incapaz de andar correctamente. La mujer lo acompañó, viendo sus ojos azules cristalizados con lástima conforme recorrían el pasillo hacia las diferentes salas, algunas vacías, otras con la puerta cerrada.

- ¿Te encuentras bien? ¿Era tu mejor amigo?

- M-Mi novio...

La mujer se quedó pálida y sus cejas se encarnaron con lástima. Apoyó una mano en el hombro del joven cuando llegaron a la puerta, acompañándolo y solicitando a la familia del joven de cabellos albaricoque si el muchacho podía acceder. El padre fue a negarse, pero la madre aceptó antes de que este dijera nada... Nacho se acercó tembloroso, y una vez frente al ataúd de madera abierto, casi como si le hubieran pedido que dejase ir todo lo que tenía dentro... Dejó caer sus lágrimas de manera impotente, apenas siendo capaz de cubrirlas o esconderlas...

Lo único que pudo pensar y preguntarse en aquellos momentos fue:

- ¿Por qué lo hiciste...?

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Epílogo mañana.

Aquí las opiniones ------------>

Espero que os haya gustado, hacédmelo saber con un voto y nos vemos en el próximo capítulo

Bye~

By Silvia Line

[1321 Palabras]

71.- En el baño (Bad Ending / Gay romance)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora