Capítulo 11

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Dash Lombardi

El equipo está hablando sobre la carta que Avery encontró en su cuarto de baño. No pueden sacar ninguna prueba de ella, no hay huellas ni nada que incrimine al asesino. Está limpia. Ewan está preocupado por el bienestar de Avery, quiere ponerle seguridad para evitar que el asesino se acerque a ella. Aunque ella se niega, quiere tener libertad y no estar vigilada por unos agentes que no podrán hacer nada si el asesino quiere provocarle algún daño.

—Si el asesino quiere comunicarse conmigo, que lo haga —le dice Avery a su jefe—. Quizás y es la única manera de que todo esto acabe cuanto antes, sin más víctimas ni derramamiento de sangre.

—Tú también puedes ser su víctima —advierte Ewan, mirándola con seriedad—. Avery, esto no es un juego. Tu vida corre peligro. Entró a tu piso y dejó esa carta. Pudo haberte matado.

—Pero no lo hizo —insiste ella—. Ewan, no pienso dejar que lleves esta situación al extremo. No quiero, ni necesito la protección o vigilancia de nadie. Así que, por favor, deja las cosas como están. Cambiaré la cerradura y pondré más medidas de seguridad en mi casa para que esto no vuelva a repetirse.

Ewan mira a Avery con la típica preocupación que tiene un padre hacia su hija. La conoce desde hace muchos años, deduzco que él era alguien cercano de la familia de Avery y por eso la protege tanto. Sería un amigo de su padre o madre. Nunca me había hablado de ella hasta que volvió a la ciudad y me tocó tenerla de compañera.

Todo se centra en la pequeña discusión que están teniendo Ewan y Avery sobre lo que ha sucedido. El resto están en silencio, esperando recibir sus órdenes para continuar con el trabajo. Desvío mi mirada hacia mis compañeros. Nathaniel y Clarence están neutrales, pero parecen de parte de Ewan. Quieren proteger a Avery. Myrna parece ser la más cercana a Avery, está a su lado, poniendo su mano en el hombro para intentar tranquilizarla. Corbin está sentado en su silla, contemplando a Avery con una mirada que indica atracción. Elara también la mira, pero con rivalidad.

—Si alguien más insiste con este maldito tema, le corto los huevos para hacerme una buena tortilla con ellos —avisa Avery con una falsa sonrisa—. Solo fue un pequeño susto, nada más. Estoy bien.

El móvil vibra en mi bolsillo, en modo de llamada. Compruebo de quién se trata, viendo un número desconocido en la pantalla. Me retiro de la sala, saliendo al balcón que da al exterior y que la gente utiliza para fumar. Descuelgo, pegando el teléfono a la oreja.

—El rey de corazones —ríe Darek, al otro lado de la línea—. Joder, Dash.

—Ya te lo contó Layson —adivino.

—Sí, algo me dijo el doctor —asiente—. No soy el único psicópata de la familia, ¿eh?

—No soy como tú y lo sabes.

Mantengo mi mirada en la puerta que da al interior de la oficina, vigilando que ninguno de mis compañeros entre en este momento que estoy hablando con Darek. Justo tenía que llamarme en este jodido momento.

—Créeme que no, no lo sé. ¿Estrangulaste a tu víctima por placer o para no hacerla sufrir al arrancarle el corazón?

Callo mi respuesta, ignorando su estúpida insinuación.

—Estoy en el trabajo, ¿qué quieres?

—Investigándote a ti mismo —dice burlón—. Debe ser curioso y divertido, ¿verdad?

—¿Qué quieres? —repito.

—Nada, hablar con mi hermanito —contesta con inocencia.

—¿Todo bien por ahí? —cuestiono.

Los crímenes de Dash [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora