Capítulo 4

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Avery Hearts

Avanzo por el cartel que muestra el nombre del lugar en el que estamos. «Barrow». Me adentro de nuevo en esta maldita ciudad después de haber huido la anterior vez. Al cruzar ese letrero, noto ese malestar tan familiar acumulándose en mi garganta, formando un nudo que trae miles de malos recuerdos.

—No puedes seguir huyendo.

—Lo sé, Ewan.

—Pero si sientes que no puedes con esto, retírate —me aconseja—. Barrow no es un buen lugar y lo sabes, Avery.

—Tenemos muchas cosas que hacer aquí, Ewan. Sé que no es el lugar adecuado, pero no pienso irme otra vez. Hay demasiados asuntos pendientes que debemos atender.

En esta ciudad tan solo hay caos y destrucción. Muertes. Desapariciones. Misterios sin resolver. Crímenes despiadados. Casos todavía abiertos. Y asesinos libres. Por no mencionar que el anterior alcalde era un corrupto al que le daban dinero por su silencio y apoyo. La policía no está preparada para lidiar con las decenas de delitos que se cometen cada mes en esta ciudad. Son unos ineptos capaces de aceptar dinero para eliminar cualquier prueba que resuelva el caso.

Por eso estamos aquí. Por eso venimos a poner un poco de orden en este maldito caos que está llevando a la muerte a varias personas. Aunque hay más motivos.

Uno de ellos es Kalie Cooper. Antigua compañera del FBI. Asesinada por múltiples balazos en el abdomen, pecho y un disparo que desfiguró su rostro debido a la cercanía con su atacante. Sabemos quién lo hizo, fue Boris Dietrich. El arma que sostenía su mano pertenecía a la misma con la que se disparó a Kalie. Sin embargo, está muerto. Unos explosivos acabaron con su vida.

Ella debía infiltrarse para obtener las pruebas necesarias de sus delitos y meterlo a la cárcel, aunque tuviera que hacer cosas horribles al estar bajo su mandato. Él no desconfiaba de Kalie, todo iba bien, hasta el día en el que acabó todo. La policía no se presentó y eso llevó a un total de veintitrés muertos, incluido Kalie, mi fiel compañera. No pudimos intervenir. Era demasiado tarde.

Detengo el vehículo frente a mi edificio y salgo del coche, alzando mi mirada hasta mi antiguo piso. Ewan me ayuda a sacar las maletas del coche, posándolas a mi lado.

—Avery.

—¿Hmm?

—¿Te ayudo con tus cosas?

—No hace falta, jefe —sonrío, despreocupada—. Ya me ocupo yo de mover toda la mierda —murmuro, tomando las maletas en mis manos.

—Tómatelo con calma —dice, logrando que me gire hacia él—. El volver a Barrow. El trabajo que haremos. Y tu pasado.

—Lo entiendo. Con calma —repito, asintiendo.

Él sonríe, dándome un breve abrazo antes de retomar asiento en su vehículo. Me quedo en la entrada del edificio, viéndolo marchar antes de volver a mi antiguo hogar. Lo han modificado, el edificio. Ahora parece más lujoso, más amplio, más renovado. El ascensor que hace años no funcionaba ahora parece que funciona perfectamente. Pulso el botón, empujando mis maletas al interior del elevador.

Antes de volver a cerrar las puertas alguien aparece, poniendo su mano para impedir que se cierren sin él. Las puertas del ascensor vuelven a abrirse y ese chico se adentra a mi lado. Él me da una breve sonrisa a modo de saludo, se la devuelvo por educación. Inevitablemente me fijo en su cabello violeta. Está despeinado. Sus ojos lucen somnolientos, como si no hubiese dormido en toda la noche.

Desvío mi mirada hacia su cuello al captar unas marcas en él que toman ese tono rojizo, casi morado. Se apoya en el espejo del ascensor, luciendo cansado. Es un chico atractivo, guapo y aparentemente tierno. Desde la lejanía observo sus pecas que ocupan sus mejillas y nariz. No parece tener ningún tatuaje a la vista. Y la sonrisa que me dio antes fue acompañada con un leve rubor pasajero.

Los crímenes de Dash [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora