Capítulo 50

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Avery Hearts

Ewan me recibe en su casa esta noche. Al adentrarme a su hogar, una punzada de nostalgia invade mi pecho. La última vez que vine a este lugar fue hace bastantes años, cuando tendría unos quince años o dieciséis. Ewan dejaba que me quedase aquí algunas noches después de un incidente que ocurrió con mi padre. A partir de ese día, Ewan siempre cuidó de mí. Aunque no fue él solo, también su mujer que era una bellísima persona.

Murió a causa de un cáncer que creímos que superaría, pero lamentablemente no lo logró. Pienso en ella al contemplar una fotografía que tiene Ewan en la pared. Sobre su boda. Pocos días después de esa tragedia, también murió mi padre. Los dos nos habíamos quedado solos en apenas unas semanas. Yo me apoyé en él y él en mí. Por eso nos fuimos de la ciudad.

—Tu cuarto sigue intacto —comenta, guiándome hasta él.

Al abrir la puerta confirmo que es verdad. La cama, el armario, el escritorio y todo está tal y como lo he dejado. Este era un lugar de calma, cuando todo en mi vida se iba a la mierda. Todo se desmoronaba. Excepto Ewan. No sé qué haría sin él. No sé qué habría sido de mí sin él. Gracias a Ewan estoy aquí y conseguí retomar una vida que creí haber perdido.

—Mientras te preparas, voy a hacer la cena —me informa él, dándome una cálida sonrisa.

—Gracias, Ewan.

Deposito la mochila que tomé de mi casa para cambiarme de ropa al lado de la cama, junto a esa mesita de noche. Abro uno de los cajones, encontrándome con mi antiguo teléfono. Me sorprendo al verlo porque creí que lo había perdido. Pero no, siempre estuvo aquí. Lo pongo a cargar, sin esperanzas de que encienda. Lleva varios años apagado, probablemente ni funcione.

Encuentro otros papeles. Notas escritas por mí relacionadas con mis pensamientos, con lo que sentía, con el dolor que me había provocado todo lo que sucedió en tan solo unos años. Las escribí en... ese lugar. No tenía otra cosa que hacer. No podía hacer nada, hasta que Ewan me ayudó a salir de eso.

Suelto un suspiro, sin leer nada de ese pasado. Tomo esos papeles, haciéndolos una bola y tirándolos a la papelera. Es algo que debí haber hecho hace tiempo, pero nunca fui capaz. Mientras Ewan cocina, yo tiro finalmente estos recuerdos a la basura, cerrando esa bolsa ya llena.

—¿Te ayudo? —le pregunto a Ewan, acercándome para ver qué está cocinando.

—No. Fuera —me ordena.

—Vale —accedo.

Su cocina. Sus normas.

Me quedo dando un paseo por toda la casa, caminando con las manos metidas en los bolsillos, viendo que la decoración está exactamente igual que hace años. Al igual que yo, no ha tocado nada. Aunque su motivo es mejor que él mío. Esta casa la ha decorado su mujer con mucho amor y paciencia. Por eso no ha querido mover un solo objeto de su lugar, para mantenerla siempre presente. Entiendo lo bonito y doloroso que debe ser esto para él.

Al cabo de unos minutos Ewan sirve la cena en el comedor principal. Después de varios días sin poder comer bien debido al estrés y ajetreo que se ha formado, al fin podré cenar como una persona normal. Sin preocupaciones y con una buena compañía. Desde que llegué a la ciudad siempre comía y cenaba sola en mi piso. Esta es la primera vez en mucho tiempo que como con alguien más. Deduzco lo mismo de Ewan.

—¿Nunca has pensado en conocer a alguien? —le pregunto, mientras cenamos—. ¿No te sientes solo?

—Puedo preguntarte lo mismo —observa—. ¿Nunca has pensado en tener algo estable?

—Contigo tengo suficiente —admito.

—¿Y qué hay de Dash?

—No hay nada, solo diversión.

Los crímenes de Dash [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora