Capítulo 24 [+18]

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Avery Hearts

Maldito asesino.

Maldito manipulador.

Maldito Dash Lombardi.

Pienso en la fotografía que me llegó esta tarde sobre mí misma dando un paseo. En ese mensaje que se realizó a través de un número de prepago. En las palabras que Dash acaba de decir antes de abandonar mi hogar.

Intento calmar la rabia que me provocó su mera presencia en mi casa. Me alteró más de lo que demostré frente a él, solo deseaba que se marchara de una vez, pero logró que le contara toda la verdad sobre mi madre y su padre. Al soltárselo me desahogué más de lo que querría admitir. Era algo que me estaba consumiendo al no poder contárselo a nadie ya que era algo «confidencial» por así decirlo. Pero Dash puede estar involucrado en algún punto con esa red, aunque todavía no haya demostrado nada que afirmara mis sospechas. Al decírselo quería ver su reacción, pero fue mínima, tan solo capté sorpresa, nada más.

Contemplo a Dash tomar su vehículo para retirarse de la zona. Lo acompaña Tyler, lo estaba esperando sentado en unas escaleras mientras fumaba un cigarro. Eso significa que Adler está solo.

Y de nuevo está ahí esa tentación de bajar a su piso para simplemente desconectar, llenar el vacío con placer, llenar la soledad con algo de compañía y reemplazar el frío de esta noche por algo de calor. Es un deseo que puede convertirse en necesidad si no lo freno ahora.

Pero sé que no puedo seguir así, llenando los vacíos de mi vida por un poco de sexo. Es algo que he intentado controlar a lo largo de mi vida y lo he conseguido, hasta que llegué de nuevo a esta ciudad y caí.

Puedo intentar bajar al piso de Adler, hablar con él, conseguir algo de información relacionada con Dash y después subir a mi casa, sin haber hecho nada. Tendría la compañía de alguien agradable y haría tiempo hasta que pueda dormir. Es un reto que me propongo a mí misma para saber si puedo tener un poco de autocontrol.

Cierro la puerta con llave antes de bajar por segunda vez al piso de Adler, aunque ahora con la certeza de que estará solo. Pulso el timbre, escuchando cómo sus pasos se acercan a la puerta y la abre. Me recibe con una encantadora sonrisa, haciéndome un gesto con la cabeza para que entre a su casa.

—Bienvenida de nuevo —saluda—. ¿Qué te trae por aquí?

—Necesitaba salir de mi casa un rato, últimamente el ambiente ahí arriba se me hace muy pesado. —Digo, sincera. Hay demasiados recuerdos en esas paredes y no puedo aguantarlo—. Y como no tengo amigos y eres el único más cercano que tengo en este momento, recurro a ti. Es más cómodo, solo es bajar un piso y listo —sonrío.

—Está bien, ¿quieres algo de tomar?

—¿Tienes vino?

—No...

—¿Algo con alcohol?

—No suelo beber, me sienta muy mal. Se me sube muy rápido y normalmente termino casi en coma etílico —admite—. Y aún tengo resaca de hace un par de días.

Sonrío, tomando asiento en una de las sillas de la cocina mientras él abre la nevera. Contempla lo que hay dentro, comprobando todo lo que tiene para servir.

—Tengo agua, zumo, refrescos...

—Un poco de agua está bien, gracias.

Él sonríe, posando dos vasos de cristal sobre la mesa, vertiendo un poco de agua en ellos. Toma asiento a mi lado, quedándose cerca de mí. Observo cómo su mano envuelve el vaso, no es una de esas personas a las que se le notan las venas, pero sí los huesos del dorsal de la mano. Enseguida desvío la mirada hasta mi agua, controlando mis pensamientos antes de que vayan a más.

Los crímenes de Dash [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora