Capítulo 15 | Dejando huella.

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«Volver a mi viejo dolor inacabable, sin desenlace. Temía quedarme sin un imposible. Y lo hallé, claro que lo hallé»

Alejandra Pizarnik.

Alejandra Pizarnik

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Facundo.

Hay una huella en cada letra que escribes, en cada libro que lees, en cada canción que escuchas, en cada película que ves. Hay una huella de ti en tu prenda favorita, en cada acto de amor que dedicas, en la forma en que ayudas al mundo sin desear nada cambio.

Por cada vivencia que has experimentado, en cada lagrima y risa, en los momentos felices y los que se tornan tan difíciles, en los lamentos, los susurros, los gritos y los escritos, en cada cosa que haces diariamente hay una huella profunda de ti.

Ciertamente, siempre pensé que era el mundo o el destino quien dejaba una huella en mí, que cada experiencia me había marcado de una manera profunda a tal punto que dictaba quien era yo.

Si hubiera tenido una mamá, me decía, un padre presente y hubiera conocido el verdadero significado de lo que es una familia, quizás no tendría estas ganas inexplicables de sentirme amado, de que alguien más ame cada parte de mi ser que yo mismo no puedo adorar y prefiero esconder.

Si hubiera tenido otra vida, si el destino me hubiera regalado otras herramientas con las cuales defenderme ante la vida, quizás no me hubiera sido tan fácil caer en las drogas.

Mi vida, llena de eternos quizás.

Quizás, si hubiera nacido en otra casa.

Quizás, si tuviera un buen padre.

Quizás, si mi madre no hubiera muerto.

Quizás, si mi hermano me quisiera.

Quizás, quizás, quizás.

Quizás, si no hubiera nacido.

Crecí sintiendo que una parte de mi estaba mal, que había algo que yo no sabía que estaba funcionando de una mala manera, pero que los demás si lo percibían y no se detenían en decírmelo.

"Facundo, siempre eres muy lento, ¿Por qué no eres tan inteligente como tu hermano?", "Facundo debes decidir qué hacer con tu vida", "Vas a ser un vago de por vida", "debes aprender a soltar esos sueños ridículos, no llegaras a ningún lado"

Aunque lo aleje, aunque me niegue, esa versión de mi padre siempre vuelve a mí, recuerdos de sus palabras frías duelen tanto casi como lo hicieron en su momento sus golpes, las heridas que dejaba en mi piel con un cinturón de cuero, mientras repetía una y otra vez que nunca seria nadie en la vida.

Trago hondo, mis piernas meciéndose sobre la pared del balcón pesan demasiado y, sin embargo, las dejo solamente ahí, suspendidas en el aire de esa fría tarde. Con mis brazos me tomo de los hombros, hace frio y las heridas en mis brazos escocen con el viento.

Los prejuicios de Facundo | Serie Épicos IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora