Mientras pasaban los días me había vuelto un cascarón vacío, quería un abrazo pero no había nadie quien me lo diera.Mamá estaba lejos.
Mis amigas se preferían entre ellas.
Enrique jamás sabría lo que estaba pasando.
Esta sola.
Siempre he estado sola.
Nadie se percataba de mi, nadie daba lo mismo mismo que yo daba por ellos, ni siquiera el esfuerzo.
Nadie me elegía.
Nunca me veían.
Nadie pensaba en mi primero para algo.
Nadie me quería a menos que me necesitaran.
Nadie me instalaba en su pecho como yo era capaz de hacer.
Nadie me valoraba, nadie me veía.
Lo sabía, comprenderlo era más difícil que vivirlo, porque caer en cuenta de la relevancia que tienes en la vida de los demás te dejó en el piso cuando descubres que no cuentas.
Que nunca cuento entre los mejores amigos.
Que nunca soy necesario.
Que nunca soy elegida.
Que nunca soy escuchada.
Un cascarón vacío, solo, roto. ¿Cuánto tiempo más iba a permanecer así? ¿Quebrado? ¿Me recuperaría alguna vez?
Habían heridas que por más que cicatricen nunca dejan de sangrar.
Tenía una herida, papá.
Tenía una herida, soledad.
Tenía un herida, la vida.
Herida tras otra, una se hacía más grande que la otra, una se hundía más hondo en mi, una que no sabía cómo controlar, una que se escapaba de mis manos cada vez más.
Sola.
Sola.
Sola...
A la gente le gustaba estar sola pero a mí no, no tener a nadie para mí era triste, yo estaba triste, muy triste, irreparablemente triste.
🖤
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ANÓNIMA
Non-Fiction«¿Esta historia? Un poco rara, corta, quizás triste pero definitivamente... Una mierda, tú vez si la quieres leer Sabrás mi vida pero nunca mi nombre»