Las olas rompen contra la orilla, una y otra vez, y ella sigue su movimiento, con la cabeza apoyada en la cálida superficie de la ventana.
No entiende por qué sus padres insistieron en venir aquí. Debe admitir que el océano es más azul, más cristalino que el de Motril, y desde lejos, la arena parece mucho más fina y sin rastro de piedrecitas que hagan sufrir a sus pies. Es una batalla algo injusta comparar aquel lugar paradisíaco con el pequeño pueblo de Granada donde vive.
Y aún así, ella hubiera preferido quedarse en Motril toda la temporada de verano. Su hermana menor se había quedado allí, con la casa para ella sola y una sonrisa de comemierda de la que solo ella fue testigo por el espejo retrovisor mientras se alejaban con el coche.
Rogó a sus padres que la dejaran quedarse también; y claro está, no cedieron.
Porque su hermana tenía cumpleaños a los que asistir, fiestas, conciertos y todo aquello que formaba parte de unas buenas vacaciones de verano. Ella no tenía nada de eso.
Podría tenerlo, su mejor amiga le había propuesto cientos de planes diferentes, pero ella había rechazado cada uno de ellos, poniendo como excusa su falta de ganas o cualquier otra razón lo suficientemente buena que se le ocurriera en aquel momento.
-¿No es perfecto, Violeta? ¡Mira al cielo!-los dedos de su madre golpean con entusiasmo el tablero del coche alquilado. Ella tararea a medias, y en cambio, observa la pantalla del teléfono en sus manos.
Su padre baja la ventanilla y el aire cálido y húmedo envuelve el coche mientras enumera con entusiasmo todos los lugares históricos que podrían visitar durante sus vacaciones en aquel pequeño rincón de Gran Canaria.
Así será su verano. Calor abrasador y pegajoso, agua salada provocando que sus labios estén hinchados y probablemente demasiadas excursiones a la playa. Y un par de quemaduras solares, si no tiene mucho cuidado.
-Creo que nos estamos acercando, ¿puedes consultar el mapa?- continúa su padre, señalando el teléfono que se encuentra en el regazo de su madre.
Lo levanta y lo aleja de su rostro hasta que casi toca el tablero del coche. -Creo que puedes desviarte en la siguiente salida.
-¿Crees? -su padre alza una ceja divertido, sin despegar los ojos de la carretera.
-Eso es lo que dice el móvil, ¿seguro que la calle se llama así? -su madre habla, girando un poco la cabeza para mirarla. -¿Puedes comprobarlo en el folleto que nos dio tu tía?
Violeta alarga el brazo para agarrar el folleto algo doblado en el asiento más alejado, le da una rápida ojeada y entrecierra los ojos cuando ve las grandes letras que tapan toda la información importante y que su madre quiere que busque.
-Aquí solo pone que estemos preparados para pasar las vacaciones de nuestra vida.
Su madre pone los ojos en blanco y extiende la mano. -Déjame verlo.
Ella le tiende el folleto, y aunque lo sabe, todos saben que ella lo ha mirado más que suficientes veces para estar absolutamente segura de que van en la dirección correcta, aún así, ella lo vuelve a mirar.
Así es su madre.
Un poco demasiado preparada, un poco testaruda. Porque, aunque ellos saben y ella sabe y ella sabe que ellos saben que ella sabe, ella igualmente lo comprobará. Su padre tiene una pequeña sonrisa tirando de sus labios, probablemente teniendo los mismos pensamientos que ella, solo que Violeta está demasiado acostumbrada y en cambio su padre nunca se cansará de ver a su esposa ser de esa manera.
-Es la dirección correcta-, anuncia triunfalmente, después de volver a introducir la misma dirección en el navegador. -Toma la siguiente salida.
Violeta suspira y vuelve la vista a su teléfono, escuchando a su padre reír con cariño y a su madre comenzando a pelearse con el navegador cuando el indicador de su ubicación parece dar demasiadas vueltas extrañas.
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Cuando sale la luna | Kivi
FanfictionVioleta no ha tenido un año fácil, y no va a mejor cuando sus padres insisten en que pase las vacaciones con ellos en un pequeño pueblo de Gran Canaria. Su lado positivo le dice que quizás esta sea una forma de librarse de las insistentes súplicas d...