11. El día después

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La principal lección sobre la fiesta de anoche para Chiara parece ser la más básica: nunca, bajo ninguna circunstancia, mezcles tus bebidas.

Ugh, su estómago está dando vueltas.

¿Cuánto puede vomitar realmente un ser humano?

¿Debería llamar a un médico?

¿A su madre?

No, ella está demasiado lejos como para ayudarla. Y probablemente ella ya hubiera entrado en su habitación y hubiera subido las persianas sin importarle que su hija tuviera complejo de vampiro la mañana siguiente a una fiesta. Le hubiera echado la bronca mezclando dos idiomas distintos, pero lo más probable es que al bajar a la cocina le hubiera dejado un yogur Alpro lima limón, un bote de miel y una pastilla para que se le fuera el dolor de cabeza.

Genial, ahora echa de menos a su madre.

—Oye, ¿estás bien? Has estado ahí dentro un rato —la llama Violeta desde el otro lado de la puerta.

Cierto, cree recordar que la noche anterior Martin las despertó y que ella no fue capaz de andar más de cinco metros en dirección a su casa. Y como la casa de Violeta estaba más cerca pues ahí está, en su baño.

Cuando lo único que logra salir de sus labios es un gemido lastimero, la chica vuelve a hablar. —Voy a tomar eso como un no.

—¡No entres! — grita, haciendo un esfuerzo inútil por levantarse para echar el pestillo a la puerta del baño.

No quiere que nadie la vea así, especialmente Violeta.

—Vaya, qué interesante mezcla de sabores— la pelirroja acaba entrando, ignorando por completo la mirada gélida que Chiara le lanza.

—Tú me hiciste esto —responde, con las piernas todavía temblorosas y la frente pegajosa por el sudor.

—Tú misma te hiciste esto —replica Violeta, arrodillándose a su lado—. Una vez te dije que me sujetaras la copa y te la acabaste bebiendo, Juanjo me lo dijo.

Chiara murmura un quejumbroso "Traidor" antes de volver a apoyarse en la tapa del inodoro.

Su estómago le pide separarse de su cuerpo y ella está casi decidida a rendirse. ¿Qué tan vital puede ser ese órgano?

—¿Cómo es que tú estás tan bien? Bebimos lo mismo. — pregunta, abrazando el asiento.

Violeta frunce el ceño. —Número uno: Yo no bebí tanto y número dos: tienes un aguante pésimo.

—Uf... siento que me va a explotar la cabeza.

Violeta le inclina la barbilla con suavidad, con delicadeza. —Déjame ver —susurra, inspeccionando su rostro—. Hm, sí, justo lo que pensaba —se ríe entre dientes— Tienes un caso grave de estupidez. ¿Por qué bebiste tanto?

Porque, quiere decir.

Porque estabas moviendo tus caderas de una manera que no puedo olvidar, como esa canción del verano que todo en mundo dice odiar pero en el fondo es lo único que pueden cantar en su mente cuando piensan en una canción. No puede dejar de pensar en ello ni aunque quisiera.

—No me había dado cuenta —dice, antes de notar como algo sube por su garganta. Si, vuelve a vomitar.

Se inclina sobre la taza del inodoro, emitiendo apenas ruidos humanos antes de lanzar una mirada de absoluta desesperación hacia la pelirroja.

Violeta agarra en una coleta el pelo de la morena entre sus manos mientras ella lo deja salir todo. —Tenía que haberte vigilado un poco más en la fiesta ¿Cuánto tiempo has estado despierta?

Cuando sale la luna | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora