Dos días.
Ese es el tiempo en el que Violeta logra salir ilesa, desapercibida y segura.
El desastre llega al tercero.
Y todo toma forma en la imagen de una inofensiva cena familiar y, realmente, Violeta debería haber olido la trampa en el momento en que se sentaron.
—¿No es una mesa un poco grande para nosotros? — ella frunce el ceño, contando los asientos.
Hay un buffet realmente bueno y barato justo al lado del adosado de las casas, y casi todos los residentes comen o desayunan allí, como si se tratara de un hotel. Se ha cruzado con muchas caras que ha reconocido en la piscina, y sin embargo, no puede evitar sorprenderse cuando la chica de cabello oscuro y ojos verdes entra en su campo de visión de repente.
—Pensamos que sería una buena idea que los Oliver se unieran a nosotros para cenar—, explica su madre, sin importarle la mirada de total traición que le lanza.
Chiara se acerca hasta ellos, con el sonido de sus chanclas resonando en el comedor antes de detenerse justo frente a ella.
—¡Hola! Los demás están en camino— saluda brevemente para después señalar la puerta. —Mi padre olvidó su billetera. Hola, Violeta.
—Hola —responde, con los ojos fijos en su servilleta.
Una cena con la familia que había estado tan preocupada por evitar desde que llegó.
Genial. ¿Qué es lo peor que puede pasar?
Acto I, toma dos.
O quizás está siendo demasiado dramática.
Solo era una simple cena, bien podría comer rápido e inventar cualquier excusa para ir de vuelta a su habitación. Un dolor de cabeza repentino quizás.
· · ·
—Oh, él siempre fue el mejor estudiante, así que no fue una sorpresa cuando ingresó en la universidad. Y fue uno de los trabajos finales de grado más destacados ¿sabes?
—¡Impresionante! Debes estar contento—, responde el padre de Violeta, dándole palmaditas en la espalda al chico a su lado.
—Supongo que el trabajo duro es recompensado—, responde el chico moreno, con el rostro sonrojado por falsa modestia.
Se equivocó.
Esta es la cena más larga e insoportable a la que ha tenido que asistir.
No ayuda que los padres de Alex estén tan orgullosos de su hijo que hayan estado hablando de él sin parar durante la última hora.
Al menos no tiene que fingir que intenta ser parte de la conversación.
Pero sí que está preocupada de que pronto sea su turno, de que pronto tenga que participar en ese ridículo juego que odia tanto.
Ese juego en el que colocas a tus hijos a cada lado de un ring, los llenas de diplomas, lecciones extra, uniformes perfectamente planchados y luego los haces pelear.
¿Quién es el más inteligente? ¿Más fuerte? ¿Quién tendrá más éxito?
Solo uno de los dos sale ganador. Y el chico de ojos claros probablemente se lo esté pasando en grande al escuchar maravillas sobre él mismo. No hay forma de que ella pueda ser la ganadora en aquel estúpido juego.
Sin embargo, por mucho que esté odiando esta cena, en el fondo agradece que su padre esté lo suficientemente atento como para desviar sutilmente el tema cada vez que se centra en ella y en la típica pregunta de ¿y tú a qué te dedicas? o ¿aún estás estudiando?
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Cuando sale la luna | Kivi
Fiksi PenggemarVioleta no ha tenido un año fácil, y no va a mejor cuando sus padres insisten en que pase las vacaciones con ellos en un pequeño pueblo de Gran Canaria. Su lado positivo le dice que quizás esta sea una forma de librarse de las insistentes súplicas d...