09. ¿Y si quisiera ir?

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—Espera, espera. Retrocede diez segundos, ¿acabas de decirme que has conocido a alguien?

Violeta pone los ojos en blanco mientras sujeta el teléfono contra su oreja. —A veces pienso que mi madre y tú sois la misma persona.

—¡No puedes culparme! Es un hecho bastante sorprendente, de hecho todavía no me lo creo. —dice su mejor amiga al otro lado de la línea.

—Mis padres conocieron a una familia el primer día y me presentaron a su hija así de la nada.

—Pues con la cara de culo que pones siempre que te presentan a alguien no tuvo que llevarse muy buena impresión la pobre chica.

—Gracias, Denna, no sé qué haría sin tus palabras tan reconfortantes.

Denna se ríe. —Lo siento, Vio, pero sabes que tengo razón.

—Puede ser, porque después me fui e hice todo lo que pude para no encontrarme con ella. No me duró mucho porque mis padres organizaron una cena con ellos, pero después-

—La volviste a ignorar. —completó Denna, conociendo demasiado a su mejor amiga. —Te conozco como si te hubiera parido Violeta Hódar.

—La cosa es que ella vino a mi casa una noche y me pidió que le escondiera una mochila con alcohol que era de un amigo.

—¿Pero por qué no la escondió en su casa?

—Es que su madrastra se mete en su habitación a veces porque piensa que se droga. —respondió la pelirroja, como si estuviera hablando del tiempo o cualquier tontería sin importancia, percibiendo enseguida la expresión estupefacta de su amiga cuando la línea se quedó en silencio. —Lo sé, un poco extraño pero me lo creo totalmente.

—Violeta ¿con quien estás quedando? ¿me tengo que preocupar? Porque no me estoy quedando muy tranquila la verdad.

—No, no no. Chiara no es así, es solo que... es un poco hiperactiva ¿sabes? Y a veces puede parecer lo que no es, pero vamos que te prometo que no consume nada de eso.

Al menos que ella sepa.

—Chiara. —Denna pronunció el nombre de la chica. —Es un nombre bonito, ¿es italiana?

—De Menorca, y medio inglesa también.

—Vamos que es guiri. —recalcó la otra granadina, escuchando el suspiro de Violeta después. —Bueno y luego qué.

—¡Si me dejas de interrumpir pues te lo cuento! —Violeta volvió a suspirar, esta vez profundamente. —Esa misma noche fuimos a la playa y desde entonces salimos juntas prácticamente todos los días.

—¿Todos los días? Estoy un poco celosa, la verdad.

—Almudena no empieces.

—Hombre es que te propuse que te vinieras a Madrid este verano conmigo y ni un puede ser tuve de tu parte. Por no hablar de que ni siquiera quieres ir conmigo al festival en septiembre.

—¿Pero tú te estás escuchando? ¿Quién se va a querer quedar en Madrid todo el verano?

Denna se rió al otro lado de la línea. —Era una bromita, Vio. Entiendo perfectamente que no quieras y lo sabes. Y me alegro un montón de que alguien te haya sacado de la cueva un poco.

Violeta sonrió inconscientemente.

Vaya que si la menorquina la había sacado de la cueva. Y lo peor es que no sabía ni como lo había hecho, un día de repente quería estar sola intentando sobrevivir al verano y al día siguiente estaba o esperando a que la morena llamara a su puerta o buscándola con la mirada en la piscina.

Cuando sale la luna | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora