Interludio III

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Los pasillos de aquella abandonada torre del castillo se encontraban sumergidos en tinieblas

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Los pasillos de aquella abandonada torre del castillo se encontraban sumergidos en tinieblas. La luz de la lámpara en las manos del hombre creaba danzantes sombras que mezclaban los contornos de cada una de las cosas que llevaban años allí llenándose de polvo, pero Lucius conocía a la perfección aquella zona y pudo notar que alguien había pasado por allí recientemente.

La sospecha que lo había llevado ahí se convirtió en una alarmante certeza y el hombre corrió por los pasillos, hasta llegar a una habitación en específico, en cuyo interior, como no podía ser de otro modo, se encontraba un muchacho con el uniforme del ejército, ovillado entre las almohadas de esa cama que antaño había sido suya y que el hombre se empeñaba en mantener limpia para situaciones como esa.

Lucius dejó salir un suspiró y consiguió ahogar sus ganas de comenzar a gritar y maldecir, cerrando la puerta para que nadie más pudiese notar que el lugar había dejado de estar abandonado y se dedicó a encender todas las lámparas de la habitación.

Apenas terminó, fue a sentarse en la orilla de la cama y acarició el cabello de Dante, solo para darse cuenta de que el muchacho no llevaba el colmillo colgado al cuello, así que debía estar fingiendo dormir.

El detalle acabó con la paciencia del sabio y el suave toque en su cabello se convirtió en un firme agarre que hizo que Dante dejara de fingir y lo apartara de un manotazo.

—¡Hey! ¿Ya ni siquiera puedes pretender que te importo un poco, viejo? —reclamó, sentándose para poder enfrentarlo.

—Si no me importaras no estaría aquí, idiota —replicó el hombre, cruzándose de brazos—. Además, no soy ningún viejo, te recuerdo que quedaste a mi cargo desde que era muy pequeño como para comprender que era una terrible idea.

—Ni siquiera necesito luz para notar que tienes canas —picó Dan, imitando el gesto del hombre de forma inconsciente, algo tan natural, que dejaba en evidencia que habían pasado juntos la mayor parte de sus vidas.

—¿Canas? —se escandalizó el sabio—. Mi cabello es demasiado claro, es simplemente la falta de luz.

Dante le sonrió con malicia.

—No me digas que volviste a pintarlo...

—¡Argh! ¡Cállate! Eres insoportable y también eres un imprudente, ¿qué diablos haces aquí de nuevo tan pronto? No creas que voy a darte más dinero o a sacarte de problemas. En tu último mensaje dijiste que alguien había arreglado el colmillo y no veo que lo traigas puesto —regañó.

—No, por eso estoy aquí, una pequeña idiota trató de quitármelo y ahora está roto. Necesito que arregles el collar, sabes que si lo cambio podría interferir con la magia —explicó de mala gana, buscando el colmillo en uno de sus bolsillos y entregándoselo.

Lucius lo recibió y lo miró con una ceja en alto.

—¿Cómo pudo quitarte algo que siempre está escondido en tu cuello una chica del ejército? —quiso saber.

Guerra de Ensueño I: Princesa sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora