10: Conocer la guerra

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Sebastian y yo habíamos cumplido nuestra promesa lo mejor posible

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Sebastian y yo habíamos cumplido nuestra promesa lo mejor posible. O al menos eso había creído cuando me despedí de él y de Inanna y subí a mi cama en el piso de enfermería, pero poco después comencé a tener sueños demasiado extraños.

Tuve la sensación de que Dante había vuelto en algún momento de la noche, gritando y maldiciendo sobre algo que no entendí, pero que haría que no pudiera dormir a menos de que Sebastian hiciera algo. Inanna le había dicho que no podían atenderlo en cierto estado en el que se encontraba. La respuesta dio paso a una pelea y la exigencia de Dante de obtener al menos suspiro de medianoche de las reservas. En algún momento Sebastian e Inanna habían terminado por ceder, no sin advertirle que debía dosificarlo, así como dejarse curar las heridas de su misión, algo que no tenía sentido dado que él había usado paralizante contra los magos. ¿Cómo podría haber terminado herido? Más maldiciones y el ruido de cosas rompiéndose hicieron eco en la Torre y luego, como si nada de eso hubiese sucedido, todo se quedó en silencio.

No acostumbraba dormir tantas horas seguidas y al despertar de lo que parecían al menos doce horas continuas de descanso, mi cabeza dolía con fuerza. Culpé a la inusual pesadilla y comencé mi rutina, hasta estar medianamente presentable y bajar las escaleras en busca de Sebastian. Solo por curiosidad, mi mirada viajó a las reservas en busca del enorme frasco de suspiro de medianoche que había estado ahí el día anterior, solo para darme cuenta de que la droga había desaparecido.

¿No había sido un sueño? Miré alrededor, pero no había ningún otro rastro de que pudiese haber pasado en realidad. Todo parecía en su lugar y no había restos de vidrio en el basurero o vendas sucias en la canasta de lavandería. Comenzaba a creer que mi cabeza solo me estaba jugando una mala pasada, pero al llegar junto a Sebastian, pude ver un collar en una pequeña cajita a su lado que no había estado ahí la noche anterior.

—¿Qué es esto? —pregunté antes de darme cuenta de que había hablado en voz alta.

—El collar que Alexander le dio a Dante para que aceptara quedarse aquí, uno que volvió a arruinar —respondió el mago, sin apartar la vista de su trabajo. Pude notar que esta vez no se trataba de fórmulas para las reservas, si no que por fin parecía volver a sus experimentos.

—¿Entonces anoche...? —comencé.

—Me sorprende que no bajaras a ver qué sucedía. Debió despertar a media armada con su escándalo —dijo negando con la cabeza.

—¿Entonces en serio vino a gritarles? —me sorprendí.

—Por supuesto que sí. Siempre es lo mismo cuando el colmillo se arruina.

—¿Y qué tiene de especial? —pregunté, mirando el collar con interés, solo para darme cuenta de que no parecía otra cosa que el colmillo de un animal enorme, engarzado en un hilo negro hecho de cuero trenzado.

Guerra de Ensueño I: Princesa sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora