15: ¿Una misión asistida?

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Este había sido, sin lugar a dudas, el mejor día de mi vida, tuviera o no recuerdos.

Pese a estar ya demasiado agotada, no podía conciliar el sueño debido a la emoción de todo lo positivo que había ocurrido en un mismo día.

Era parte del ejército, Alexander me había regalado el comunicador más bonito del mundo, había conversado con él por horas al punto de que la barrera entre subordinado y líder parecía haber perdido significado y, por encima de todo eso, al llegar esa noche a la armada, Abby y Meg me habían invitado a pasar la noche con ellas para celebrar mi incorporación.

Pese a que las cosas seguían siendo algo complicadas para Megan, ella había sido la primera en pedirme que me probara mi uniforme y estrenara mis botas, felicitándome hasta el cansancio. Abby por su parte, se había emocionado hasta las lágrimas, haciéndome llorar a mí también en el proceso y prometiendo que, para el día siguiente, todos los arreglos que necesitara mi ropa del ejército, estarían hechos, corriendo por su cuenta.

Mi corazón quería explotar ante la abrumadora calidez y el amor que sentía por todos hacía mí y también, que ya sentía por ellos. Mis compañeros. Una familia.

Sonreí, girándome para poder ver a mis dos amigas, quienes dormían a mi lado, tranquilas y aquello hizo que las lágrimas amenazaran con abandonar mis ojos, porque eso solo terminaba de confirmar que la pulsera que seguía descansando en la muñeca de Megan, funcionaba.

Había hecho mi primer hechizo con éxito y podía, por fin, luego de más de una semana en la incertidumbre, arreglar el colmillo de Dante y cumplir con el encargo de Alexander.

Aguanté las ganas de salir corriendo de la habitación en ese momento para reparar el colmillo, pues había prometido que desayunaría con Meg y con Abby al día siguiente y también, que ayudaría a Megan, quien parecía estar pensando en arreglar su cabello y me obligué a cerrar los ojos, practicando uno de los ejercicios de respiración que Alexander había tratado de enseñarme durante los entrenamientos matutinos hasta que el sueño accedió a llevarme.

Aguanté las ganas de salir corriendo de la habitación en ese momento para reparar el colmillo, pues había prometido que desayunaría con Meg y con Abby al día siguiente y también, que ayudaría a Megan, quien parecía estar pensando en arreglar su ca...

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Pasaba de mediodía cuando por fin me dirigí a la Torre de los Magos, vistiendo por primera vez el uniforme del ejército y aunque me hacía sentir un poco extraña todavía, siendo mucho más pesado que los pantalones y vestidos de algodón que las chicas en la armada solían obsequiarme, una parte de mí se sentía realizada por el logro, una vez más, un escalón más arriba de lograr mi cometido y lista para trabajar en el collar de Dante.

Sin embargo, seguía lidiando con el shock que me había causado el que Megan nos pidiera que cortáramos todo su cabello después de desayunar y que, no feliz con eso, lo tintáramos de negro con henna. Simplemente había terminado irreconocible, aunque también, de alguna forma, lucía mucho más confiada y peligrosa, como si el cambiar de aspecto le diera una suerte de protección contra el consejero de Hakém. Todas, por supuesto, sabíamos que no era así, pero el que Meg comenzara a pensar a futuro, considerando incluso, el volver a las misiones, hacía que valiera la pena.

Guerra de Ensueño I: Princesa sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora