Intenté decir algo a las mujeres que me guiaban fuera del edificio de baños, pues no planeaba conseguir que Alexander me regañara una vez más o peor aún, considerara seriamente echarme, pero Megan parecía más preocupada por el tiempo que nos tomaba llegar a su habitación y Abby no dejaba de señalarme todo lo que veíamos, dándome demasiada información nueva sobre la armada que el líder no aprobaría en absoluto.
—Por allá está el comedor y por allá La Arena, que es donde entrenamos —contó la muchacha con una sonrisa tan radiante que parecía contagiar su alegría a todo aquel que la mirara—. Como te habrás dado cuenta, aquí todo lo hacemos en grupo —rio—. Excepto dormir, claro. Todos tienen su propia habitación si pasan por la prueba de los seis meses...
—¡Abby! —regañó Megan, por fin dándose cuenta de todo lo que estaba contándome—. Estoy haciendo esto por ti. No me hagas arrepentirme. Sabes que no quiero problemas con el jefe.
—¡Bah! Tarde o temprano hará que se quede. Nos sigue faltando gente y fue su hermano quien la trajo —descartó.
Megan pareció a punto de decir algo más, pero sus ojos casi negros se posaron sobre mí un segundo antes de que negara con la cabeza, rindiéndose.
—¿Qué eres? —preguntó por fin, al tiempo que abría una pequeña habitación que parecía que antaño había sido parte de un edificio mayor del que apenas quedaban algunas marcas de cimientos—. ¿Una especie de bruja o Shërim?
—¿Una qué? —pregunté al no reconocer la palabra—. No soy nada de eso... soy... una persona y ya —tartamudeé no muy segura.
—¿Entonces no tienes magia como Kaiya o Slifera? —pareció sorprenderse, haciendo que Abby y yo entráramos a una habitación poco iluminada, con apenas un pequeño tragaluz en el techo.
Otra vez el asunto de la magia.
—La magia no... —me interrumpí. No tenía sentido seguir con eso. Nadie parecía creer que el lugar del que venía no tenía magia, decantándose por la idea de que simplemente no la recordaba. A estas alturas, comenzaba a creer que tenían razón.
»Slifera dijo que nací con magia —murmuré, llamando la atención de Megan, quien había estado peleando con Abby para encender un par de lámparas en la habitación—. Pero no sé usarla.
Abby sonrió incluso más, conteniéndose de saltarme encima solo gracias a Megan.
—¡Te dije que se quedaría! ¡Es una bruja que puede pelear para nosotros! —se emocionó.
—¿Cómo que pelear para ustedes? —respondí, temiendo haberme equivocado en algo. Había intentado mantener el asunto de las memorias en secreto y, por sus reacciones iniciales, había creído que era una buena idea, pero ahora ya no estaba tan segura.
—¿No vas... a ayudarnos a pelear contra los magos de Hakém? —dudó la muchacha de ojos cafés, borrando su sonrisa por primera vez.
Megan por su parte chasqueó la lengua y negó con la cabeza, tomando una de las lámparas y dirigiéndose a lo que parecía ser un armario del cual sacó un desgastado vestido azul pálido, casi blanco, que me tendió de mala gana.
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Guerra de Ensueño I: Princesa sin nombre
FantasiBorrador final (espero) del primer libro de la saga Guerra de Ensueño antes de que sea publicado. Ziggdrall lleva años en guerra. Del bello reino no queda nada y la lucha entre magos y soldados cada día empeora, destruyendo la relación que antaño se...