17 ⋆ Comienzos

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Alana Messi

Londres había sido la ciudad elegida de todo el país inglés. Lo bueno de haber tomado la decisión de vivir acá, a parte del clima porque amaba la lluvia, era que estaba un poco más cerca de mis amigos. Del único que estaría muy lejos era de mi hermano ya que por lo que tenía entendido, el Inter de Miami era su primera elección, aunque aún no se sabía nada con certeza.

Había rechazado la propuesta del Chealse para formar parte de su cuerpo técnico y ayudar, así como del City y algunos equipos de la serie A. No me arrepentía de esta decisión en absoluto. Mi prioridad era seguir creciendo en mi rubro y hacer que mi marca llegara a más países. No quería relacionarme más de lo necesario con el fútbol y así estaba más que bien. Los únicos que me iban a poder tener cuando quisieran eran por parte de la selección mayor.

Si hay algo que me genera un poco de estrés es hacer una mudanza. Una cosa es cambiar de departamento y otra de país. Trasladar todo desde España había sido una odisea y ni hablar cuando llegó la hora de ordenar todo en mi nuevo hogar. Si bien era un departamento, era de esos que ocupan un piso entero. Algunas de las chicas habían organizado para quedarse uno o dos días y darme una mano, pero en si eran pocas las cosas que tenia a comparación del tamaño que tenía el nuevo departamento por lo que de a poco iba a tener que ir haciendo todo sola.

Pude mudarme definitivamente casi a mediados de enero y no podía estar más feliz. Tenía la suerte de poder trabajar desde casa la mayor parte del tiempo, pero también aprovechaba para recorrer y conocer la ciudad, así como las canchas donde algunos de los chicos jugaban. Ver partidos de equipos con este nivel era de otro mundo, más aún si tenía la posibilidad de ver el crecimiento que cada uno de mis amigos o conocidos estaban teniendo.

Hoy es uno de esos días donde la tormenta era tan fuerte que no se podía ni salir a la calle, por lo que adelantar trabajo fue lo que hice durante toda la mañana. Estar sola nunca había sido un problema para mí, disfrutaba mucho la soledad y hacer cosas de la casa o ejercicio. La compañía que siempre tenía era la música, en especial cuando cocinaba. Pero no podía descartar la idea de tener un perro o dos.

A lo lejos escucho unos toques en la puerta principal pero los ignoro porque no recordaba haber quedado con nadie hoy. Cuando escucho el timbre, me apuro en terminar de vestirme ya que salía de la ducha después de haber entrenado. Voy lo más rápido posible para no hacer esperar a quien sea que esté del otro lado. No me doy cuenta ni de mirar por la mirilla de la puerta y abro antes de vuelva a sonar el timbre.

La persona que se encuentra parada frente a mí, es la última que esperaba encontrar. Estoy desconcertada y mi cara no lo disimula en lo más mínimo, causando en él una sonrisa canchera. Hace más de un mes que no lo veo, todo lo que sé es lo que se publica en las redes, en especial Twitter donde podia leer todos los hilos de sus supuestas aventuras, que seguramente eran todas ciertas.

—¿Que hacés acá?

—Primero saludame como corresponde. — Se acerca a paso lento con toda la actitud de superado que lo caracteriza. Su intención es darme un beso en la boca, pero no lo permito.

—¿Que hacés acá Enzo? — La palma de mi mano se apoya sobre su pecho, frenando sus movimientos. Si cree que vamos a continuar todo como si nada está muy equivocado.

Me hago hacia un costado para dejarlo pasar porque si estaba interesada en hablar y aclarar algunas cosas. A parte podía notar como su cabello estaba mojado debido a la tormenta y se notaba que la temperatura era bastante baja en el exterior. Voy hasta el baño para buscar una toalla seca y cuando vuelvo, lo encuentro sentado en el sillón, observando todo en su entorno.

—Quedó hermoso el depto.

—Tomá. — Le extiendo la toalla para que se seque, cosa que hace sin chistar.

Nunca Digas Nunca - Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora