5 ⋆ Escuchar

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Alana Messi

Perdí la noción del tiempo que llevaba dando vueltas en la habitación esperando a que Gonzalo llegue para poder descargarme.
Que Lionel me haya sacado ese tema había hecho que mi enojo comenzara a salir. Él no tiene la culpa de nada, pero tampoco quiero que esté en el medio de este tema. Ya demasiado lo molesto con mis cosas.

Camino de un lado a otro sin saber que hacer hasta que escucho como golpean la puerta para después ser abierta. Gonza entra a la habitación y cierra la puerta detrás de él para luego sentarse en la cama y mirarme expectante.

Mis pasos no cesan y cada tanto suelto bufidos llenos de frustración. En un momento, cuando paso cerca suyo, me agarra de la mano y tira de ésta para que quede parada entre medio de sus piernas. Ambas manos se apoyan en mi cintura y levanta la remera del uniforme y deja un beso en mi abdomen.

—Me enoja un montón boludo que recurra a Lionel para llamar mi atención. Siempre hace lo mismo.

No dice nada porque sabe que primero debo desahogarme y sacarme todo de adentro para luego ponerme racional. Sigo diciendo todo lo que pienso por varios minutos hasta que siento como de a poco me voy relajando.

—Creo que deberías hablar con ella.

Pongo los ojos en blanco y trato de alejarme de él empujándolo levemente por los hombros pero su agarre se hace más fuerte y cruza sus piernas detrás de las mías para aprisionarme.
Es un acto inocente pero con una pizca de posesión que hace que mi piel se erice, detalle que no pasa desapercibido por él que sonríe de lado. No suele mostrar muy a menudo esta faceta suya pero cuando lo hace me encanta pero no es momento para pensar en esto ahora mismo.

—No quiero.

—No te pongas caprichosa.

—¡No soy caprichosa!— Eleva sus cejas.— Te odio. Odio que tengas razón.

—¿Razón en que debes llamarla o que sos caprichosa?

—Ambas.— Digo en tono bajo. No quiero admitir que mi comportamiento es un poco excesivo y mucho menos que debo llamarla.— ¿Me esperás a que vaya afuera a hablar con ella y vuelvo?

Cuando veo que asiente me agacho un poco para dejar un pico en sus labios, el cual dura varios segundos ya que me agarra de la nuca para que no me separe.

Salgo de la habitación con el celular en la mano y me dirijo al ascensor pensando en que lugar sería el más privado para tener una conversación con la mamá de Leo. En cualquier parte del edificio puedo encontrarme con alguien y no me interesa que sepan todos los dramas familiares que tengo.

Me dirijo hacia el exterior y me alejo lo mas posible para no ser vista porque aún es de día. Encuentro el camino hacia unas canchas de voley que están al lado de las de tenis y desbloqueo el celular para quedarme mirando su contacto un rato largo.
Cuando me decido, marco el botón de llamar y espero a que atienda.

—Alana, hija. Por fin me llamas.

—¿Necesitás algo?

—Que hablemos. Hace tanto tiempo que no sé nada de vos, años diría.

—Vos sos la responsable de eso Celia, dejaste muy en claro que no querías saber nada de mí porque no soy tu hija. Que nunca iba a ser nadie en la vida. Que tu único hijo era Lionel, tu mayor orgullo.

Mi cabeza comienza a doler por el enojo que tengo y por revivir cosas del pasado. Una lágrima cae de mi ojos izquierdo pero la seco rápidamente porque no ella no lo merece.
Escucho como sigue hablando pero no presto atención a nada de lo que dice, son palabras vacías. No la necesito a ella en mi vida.

Nunca Digas Nunca - Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora