💥 Capítulo 9

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La misma tarde del domingo fueron a una tienda de mejoras para el hogar. Holland no se sentía con ánimos de salir, el cansancio estaba haciendo mella en ella además de que tenía unas pronunciadas ojeras. A pesar de que había podido conciliar el sueño muy rápido gracias a que Dylan estuvo con ella hasta que había caído profundamente dormida, de no ser porque el hombre despertó antes y huyó a su habitación, Holland se habría dado cuenta que él había pasado la noche entera a su lado.

Su compañero insistió en que no la iba a dejar sola y mucho menos después del ataque. Aunque las marcas de los dedos alrededor de su cuello ya no eran tan notorias, la sensación de ser asfixiada no se había ido del todo.

El lugar estaba abarrotado de clientes, los empleados no se daban abasto intentando atenderlos a todos. Se abrieron paso entre los pasillos hasta llegar al de electrónica, ese era el primer objetivo de Dylan. Conseguir todo el equipo de vigilancia necesario como alarmas, sensores de movimiento y cámaras de seguridad. No era experto en el tema, pero algo sabía así que se puso a leer las especificaciones en las cajas de cada modelo mientras su compañera hacía el esfuerzo por no cerrar los ojos y quedarse dormida de pie ahí mismo.

—Solo hay dos de este modelo —murmuró Dylan mientras sostenía en sus manos las cajas que había elegido.

La voz de su acompañante la sacó de sus pensamientos y de inmediato dirigió su mirada a las cámaras de vigilancia.

—¿Cuántas planeas comprar?

—Una para cada habitación —respondió mientras mantenía su vista en la parte más alta de la estantería donde almacenaban el producto que no estaba en exhibición, de seguro ahí podía haber más piezas.

—Espero que eso no incluya mi habitación.

Dylan clavó sus ojos sobre ella, podía notar lo cansada que estaba.

—Tu habitación es la que debería tener mayor seguridad, incluso estoy considerando barrotes en la ventana —sonaba muy determinado a cumplir eso último.

Holland abrió los labios en un perfecto círculo y frunció el ceño, indignada, eso sería el colmo. Definitivamente estaría en una prisión si cumplía lo que había dicho.

—¿Dónde están los empleados cuando se necesitan? —Al final del pasillo divisó a uno—. Quédate aquí, ahora vuelvo —le entregó ambas cajas mientras se dirigía en busca del empleado.

La chica soltó un bufido que le levantó el flequillo de la peluca y comenzó a molestarle en un ojo. Dejó los artículos en la estantería para poder acomodarse el cabello y cuando había terminado y estaba por volver a tomar las cámaras, su mano chocó con la de un extraño que había tomado la misma caja.

—Disculpa, ¿es tuya? —un hombre con una sonrisa deslumbrante apareció en su campo de visión.

—Sí, bueno...no. Perdona —rio nerviosa—. No es mío, todavía no lo pago.

El hombre la barrió con la mirada y le sonrió con coquetería mostrando unos perfectos dientes blancos.

—Hagamos un trato, yo te dejo la cámara si a cambio me das tu número, ¿qué dices?

Las cejas maquilladas de la chica se elevaron en sorpresa. Nunca le habían coqueteado así en una tienda, aunque algo había escuchado de que ir a ese tipo de lugares donde había muchos contratistas, ingenieros y arquitectos era una buena forma de conseguir marido rico. No recordaba la última vez que alguien le había pedido su número. Estaba por responder cuando sintió un agarre firme en su cintura y alguien posicionándose a su lado. Una loción que se había vuelto muy familiar inundó sus fosas nasales.

Sin Escape - #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora