💥Capítulo 20

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Las olas rompían contra las rocas a la orilla de la carretera. El olor a sal se había vuelto un aroma demasiado familiar desde que había llegado a aquella ciudad. La falda de su vestido de verano ondeaba con el soplar del viento y su cabello zanahoria danzaba a la par, poco a poco el tono anaranjado en el cielo iba desapareciendo para dar paso a la oscuridad de la noche.

Era la primera vez que se detenía a la orilla de la carretera para admirar el atardecer y tener unos minutos para estar alejada de aquellos pensamientos que la llegaban a atormentar cada día.

Largó un suspiro y cerró los ojos un momento cuando una ligera brisa de viento que cargaba gotitas de mar salado chocó con su rostro. Era refrescante sentir la brisa fresca en medio del intenso calor que azotaba la ciudad día y noche. Cuando volvió a abrir los ojos ya solo se veía una delgada línea anaranjada en el firmamento, sería cuestión de segundos para que la oscuridad cubriera con su manto todo a su alrededor.

El ruido de los autos pasando a unos metros de ella era lo único que rompía la paz de aquel lugar. Se sentó a la orilla de la carretera y dejó que sus piernas desnudas colgaran en dirección a aquellas enormes rocas. Cada tanto alguna ola le salpicaba, incluso una de ellas logró que una gota cayera sobre sus labios, probando el sabor salado del mar.

A lo lejos, lograba escuchar algo de música muy movida. A los pocos días de haber llegado le habían explicado que era música muy popular ahí y que incluso tenía su propio estilo de baile, pero nunca lograba recordar la palabra.

¿Cuánto tiempo llevaba viviendo en ese lugar? Poco más de dos meses, el verano estaba en su punto más alto y aunque el sol ya se había ocultado por completo el calor seguía siendo apabullante. Podía sentir cómo algunas gotas de sudor comenzaban a escurrirle por la nuca para deslizarse por su espalda, tomó la liga que llevaba en su muñeca y con ella se amarró el cabello para tratar de refrescarse un poco.

Miró el reloj de pulsera que llevaba en la otra muñeca, pasaban de las ocho de la noche, sería mejor que regresara. Aunque en el tiempo que llevaba viviendo ahí nunca había presenciado algún acto de inseguridad como intento de robo o asalto, nunca se podía ser lo demasiado precavida. Con cuidado se puso en pie y se sacudió la tierra que podía haberse adherido a su vestido. Cruzó la carretera para adentrarse al interior de aquella muralla que rodeaba la ciudad y emprendió su camino de regreso.

Las farolas alumbraban las estrechas calles, era complicado en algunas ocasiones mantenerse sobre la banqueta, por lo general cada tanto había pequeños puestos ambulantes donde vendían artesanías, dulces, frutas, entre otras curiosidades; principalmente todo eso era enfocado en los turistas. La ciudad donde se encontraba era muy famosa entre los nacionales y extranjeros y era fácil identificar a los extranjeros como ella.

Pasó frente a la joyería donde ahora trabajaba, en la puerta de cristal se podía leer el letrero de cerrado. En el interior las luces ya estaban apagadas y solo una al fondo del local permanecía encendida, ahí se encontraba su compañera Carolina terminando de dejar todo listo y a quien le había tocado cerrar la tienda esa noche.

Holland se detuvo frente a la puerta y cuando su compañera la vio, le hizo un saludo con la mano y le dio una ligera sonrisa. Carolina era la persona con la que más se había acercado en ese tiempo, fue quien movió sus influencias para que a la pelirroja le dieran el puesto y quien se había encargado de capacitarla y enseñarle todo lo que debía saber sobre el mundo de las joyas para poder vender y atender el negocio con el resto del equipo.

Un par de días después de que llegó, la señora que se encargaba de la administración del lugar donde vivía le había entregado una lista con diferentes nombres de lugares donde estaban buscando personal y donde ella podría trabajar. La Joyería Kingdom había sido su quinta opción después de haber intentando aplicar en un par de cafeterías y restaurantes donde fue rechazada porque los locatarios no podían comunicarse con ella al no saber inglés.

Sin Escape - #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora