La humedad se filtraba por las frías paredes de aquel sótano mugriento. Un roedor caminaba por una de las orillas en búsqueda de algo para comer. Sobre una vieja mesa de madera se encontraban las pertenencias que había llevado consigo y sobre esta colgaba un foco siendo la única fuente de luz que parpadeaba cada tanto.
Zech encendió un cigarrillo y se lo llevó a los labios al mismo tiempo que enviaba un mensaje de texto. Le estaba costando más tiempo del que había considerado conseguir la ubicación exacta del lugar donde se escondía aquella estúpida pelirroja que había arruinado su plan. Tenía a varios hombres buscándola en diferentes zonas del país. Uno de ellos había terminado asesinado días atrás con un tiro en la cabeza porque lohabían descubierto.
Recibió la respuesta al mensaje y una sonrisa ladina apareció en su rostro. Le dio una calada al cigarrillo y poco a poco soltó el humo, disfrutando del veneno que entraba directo a sus pulmones.
«Cuenta conmigo.» Se leía.
Otra notificación apareció en la pantalla del celular, una nueva transferencia bancaria a su cuenta secundaria. De inmediato le siguió un mensaje «La suma se ha duplicado para ti, encárgate de conseguir quién haga el trabajo y ofréceles una parte del dinero».
La pareja se encontraba a la entrada de la casa de Roxanne esperando a que su anfitriona les abriera; Dylan llevaba una botella de vino tinto con un moño rojo que habían comprado un par de horas antes como agradecimiento a la invitación a la cena.
—¿Vas a seguir con cara de que oliste excremento y sin dirigirme la palabra? —le susurró bajito.
—¿Vas a responder a todas las preguntas que te hice? —un mechón de su cabello real escapó de debajo de la peluca al girar su rostro en dirección a Dylan.
Para el castaño fue inevitable dirigir su mirada a esos labios rosados que se arrugaban en un ligero puchero. Con su mano libre acomodó el mechón de cabello a modo que no fuera visible y pasó suavemente su pulgar sobre la suave mejilla.
—Son tan adorables —Roxanne abrió la puerta de par en par arruinando el momento—. Me recuerdan a mi marido y a mí cuando estábamos recién casados.
En ese momento la camioneta del señor Ellis, otro de los vecinos y que vivía al fondo de la calle, junto a la casa que estaba en remodelación, pasó junto a ellos y les dirigió una mala mirada como de desaprobación, dejando a la pareja extrañada. El tiempo que llevaban viviendo ahí no habían convivido mucho con el resto de los vecinos.
Roxanne les había contado que no se llevaban mucho entre ellos, pero consideraba que era lo usual sobre todo cuando se vivía en un lugar como La Jolla donde el nivel económico es alto y entre los ricos no les gusta convivir con el resto, salvo por un par de formalidades para mostrar educación.
La pareja entró al hogar, no cabía duda de que el lugar derrochaba opulencia en cada rincón. Todos los muebles eran de los materiales más finos y la decoración era sobria y elegante. Roxanne los llevó hasta la sala donde les ofreció una tabla con quesos como aperitivo en lo que la cena estaba lista. Mientras las mujeres charlaban, el ex militar no pudo evitar hacer una inspección visual del lugar.
Todo estaba perfectamente limpio y ordenado, seguro no sería difícil mantener el lugar así siendo que su vecina vivía prácticamente sola ya que su hijo estudiaba fuera y su marido se la vivía de viaje por el trabajo. Lo que sí llamó su atención es que no había una sola fotografía a la vista. Las que ellos tenían en su casa eran fotomontajes, pero era para dar la apariencia de ser una pareja real. En cambio, en casa de su vecina habría esperado ver un montón de fotos por lo menos de su hijo.
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Sin Escape - #PGP2024
ActionSolo había tres sencillas reglas que ninguno de los dos fue capaz de cumplir: 1. Prohibido preguntas personales. 2. Prohibido preguntas sobre lo sucedido en el caso. 3. Prohibido relacionarse de manera física o sentimentalmente. Enamorarse no era pa...