Un aura de tensión es la que se podía sentir dentro de las cuatro paredes de la oficina del capitán Dawson. No tardó mucho para que llegara a oídos del capitán lo que había sucedido esa mañana en la prisión preventiva donde tenían a Zech Kondratiuk. El hombre de cabello blanquecino solicitó que de inmediato el agente Fux fuera trasladado hasta su oficina.
Dylan estaba sentado en la silla frente al escritorio de su jefe mientras éste caminaba de un lado a otro con la respiración agitada y echando humo de las orejas. Incluso la vena de su sien se encontraba resaltada, tal y como sucedía cada vez que hacía algún coraje, eso sin mencionar que el color rojo abarcaba todo su rostro y hasta lo que se alcanzaba a ver de su cuello.
—¡¿En qué diablos estaba pensando, Fux?! ¡¿Es que acaso no fui claro con mis palabras cuando accedí a que viera a Zech Kondratiuk?! ¡¿Acaso hablo chino?!
—Fue muy claro, capitán —respondió intentando mantener toda la calma posible.
—¡No me responda! —lo apuntó amenazadoramente con su dedo.
Dylan estaba seguro de que los gritos de su jefe se escuchaban por todo el piso. Tenía la vista clavada en el ventanal frente a él, pero sin mirar nada en específico. Se pasaba la yema de los dedos sobre las venditas que le habían puesto en los nudillos después de habérselos lastimado con los golpes que le propinó a Zech. Esperaba que nunca más pudiera respirar por la nariz y tuviera que depender de un maldito tubo conectado a un tanque de oxígeno para seguir viviendo.
—En todos los años que llevo trabajando aquí nunca había tenido la cantidad de problemas que he tenido este año —se aflojó el nudo de la corbata que sentía que no le permitía gritar a su máxima potencia—. ¡Y usted solo está agregándome más!
El castaño rodó los ojos y se rascó la nuca desinteresadamente. Esperaba que su jefe se cansara pronto de estar gritando o se quedara afónico por hacerlo, lo que sucediera primero le vendría bien.
—Sabía que no era buena idea ceder ante su estúpido plan de ir a verlo, al final no consiguió nada más que romperle la nariz por completo.
—Dije que lo haría hablar y así fue —refutó.
—¡Una maldita frase es lo que consiguió! —elevó los brazos en alto y después los dejó caer a su costado sin despegar esos ojos de iceberg afilados de su subordinado—. Una maldita confesión con santo y seña de todo lo que ha hecho es lo que debió conseguir, Fux. Que al menos hubiera valido la pena la golpiza que le propinó.
—¿La amenaza que hizo a Holland no es suficiente...? —se giró molesto en dirección a su jefe al momento que se ponía de pie.
Todo el camino de regreso a la oficina había intentado calmarse, tener un mejor autocontrol del que había tenido estando frente a Zech, pero es que simplemente era imposible. Sentía hervir la sangre cada que recordaba lo que ese maldito había dicho. Haberle roto la nariz no era ni cerca lo mínimo que se merecía.
—Fux, creí haber sido muy claro aquella vez en el hospital cuando le dije que quedaba fuera del caso. Que se olvidara de esa mujer, ella ya no era su responsabilidad.
—No comprendo porqué de la noche a la mañana me sacó del caso. ¿Cómo tiene certeza de que en este momento se encuentra segura? ¿Dónde está? ¿Quién la está protegiendo? —se atrevió a preguntar lo que había esperado durante meses.
Esa última pregunta no dejaba de rondar su cabeza y no estaba seguro de querer tener una respuesta porque muy probablemente, fuera cual fuera, no iba a gustarle. En especial si había otro hombre a cargo de cuidarla, esa sola idea le revolvía las entrañas y lo hacía apretar los puños.
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Sin Escape - #PGP2024
ActionSolo había tres sencillas reglas que ninguno de los dos fue capaz de cumplir: 1. Prohibido preguntas personales. 2. Prohibido preguntas sobre lo sucedido en el caso. 3. Prohibido relacionarse de manera física o sentimentalmente. Enamorarse no era pa...