💥Capítulo 17

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Después de permanecer dos noches en observación en el hospital Dylan fue dado de alta con una serie de indicaciones que debía seguir si quería recuperarse a la brevedad. Se había trasladado en Uber hasta su departamento y gracias a la copia de las llaves que siempre tenía enterrada en la maceta de la entrada fue que pudo acceder sin problemas.

Las partículas de polvo flotaban en el interior y podía distinguirlas gracias a la luz del sol que se colaba por un espacio entre las cortinas del ventanal de la sala. Había un olor a encerrado que lo hizo arrugar la nariz, se hizo un recordatorio mental de que debía dejar la ventanilla del baño abierta para que hubiera algo de ventilación en su ausencia la próxima vez.

Si es que había una próxima vez.

Se dirigió hasta la cocina de donde sacó un vaso de cristal y se sirvió agua para tomarse los analgésicos que le habían dado en el hospital para calmar el dolor que sentía en varias partes del cuerpo y donde se habían formado algunos hematomas debido a los golpes que había recibido durante la persecución.

Le habían colocado un cabestrillo en el brazo que se había lastimado para que lo mantuviera inmovilizado unos días hasta que se recuperara. La herida en su pierna escocía cada que se bañaba, sin embargo, no era algo que le quitara el sueño. Había llegado a sentir cosas mucho peores cuando estaba de servicio.

Sacó el celular del bolsillo, ese que había prácticamente destruido en la volcadura; todavía encendía, pero la pantalla táctil se trababa y era complicado entrar al WhatsApp. Soltó un bufido resignado a que sería inútil intentar avisar a sus padres que planeaba ir a visitarlos, les llegaría de sorpresa esperando que se alegraran con su visita. La última vez que los fue a ver fue durante las fiestas de Navidad y fin de año, se quedó con ellos durante dos semanas para también poder festejar su cumpleaños que era justo el primero de enero.

Una vez en su habitación fue hasta el armario y con una mueca escogió un par de camisas y pantalones, no tenía mucho de donde elegir puesto que la mayor parte de su ropa la había llevado durante la misión y la había perdido en el incendio de la casa en San Diego.

Un vacío se asentó en la boca del estómago. Era la sensación constante que tenía cada que evocaba algún recuerdo que estuviera relacionado con aquella pelirroja de ojos jade y rostro de ángel. Sacudió la cabeza para quitarse esos pensamientos y dejó la ropa sobre la cama. Rebuscó en el armario esperando encontrar alguna maleta o mochila que le sirviera para guardar las cosas aun y cuando sabía que era una búsqueda sin sentido puesto que la única maleta y el único bolso deportivo que tenía, ambos los había perdido en esa maldita misión de trabajo.

Soltó una grosería por lo bajo, más valía que su jefe cumpliera su palabra de reponerle todo lo que había perdido. Puso su mano en la cintura y observó la ropa sobre la cama esperando que mágicamente se materializara algo en lo que pudiera guardarla.

Nada sucedió.

Regresó sobre sus pasos hasta la cocina y de una de las gavetas bajo el fregadero sacó el paquete de bolsas de basura. Con eso debía bastarle. Se aseguró de haber guardado lo necesario y se sentó a la orilla de la cama observando fijamente el buró de madera oscura que combinaba perfecto con el resto de los muebles de la habitación.

Dio una respiración profunda y sacó de su bolsillo la argolla de matrimonio que había llevado consigo, sintió el frío metal contra sus dedos una última vez antes de guardarla en el cajón superior.



Después de poco más de tres horas de vuelo hasta Oklahoma y una hora más de trayecto en taxi hasta el condado de Kingfisher, finalmente Dylan se encontraba de pie ante la casa marcada con el número 1217 donde había pasado los primeros dieciocho años de su vida junto a su familia. Todo seguía exactamente igual como el diciembre pasado a diferencia de que ya no había luces de colores colgando de todo el alfeizar alumbrando los muros de ladrillo rojo y las tejas de color café; ni tampoco estaba la señal de Santa stops here sobre lo que simulaba ser un bastón de caramelo, ese que sus padres ponían cada año en la entrada principal.

Sin Escape - #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora